Banca mexicana: solvente y con recorrido

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Pau Labró
5 de enero de 2014

La economía mexicana está relativamente poco bancarizada si la comparamos con otros países latinoamericanos. En promedio, el crédito bancario en la región latinoamericana representa aproximadamente un 40% del PIB mientras que esta cifra se reduce hasta el 15% para México. Parte del diferencial se explica por el impacto de la crisis económica y financiera del año 1994, que provocó un desplome del crédito bancario desde un nivel del 32% del PIB. La crisis comportó la desaparición de numerosas entidades nacionales y propició la entrada de grupos extranjeros, una tendencia que se ha ido consolidando hasta el día de hoy. Sin embargo, el sector disfruta actualmente de una situación sólida y con expectativas de crecimiento. Antes de pasar a describir los fundamentos de la banca, es importante presentar sus integrantes principales.

El sistema bancario mexicano, también conocido como banca múltiple, consta actualmente de cuarenta y cinco entidades financieras con unos activos del orden del 39% del PIB. En diciembre de 2009, se incorporó la figura del banco especializado o de nicho en la regulación bancaria. El banco de nicho tiene limitadas ciertas actividades, pero ha servido para que intermediarios no bancarios ya existentes se acogieran bajo el régimen bancario y pudieran captar recursos minoristas, mucho más estables que las fuentes de financiación mayorista, tal y como ha probado la reciente crisis financiera. De entre estos intermediarios no bancarios, cabe destacar las uniones de crédito, cuyo objetivo es facilitar a sus socios el acceso al crédito, y las sofomes, o sociedades financieras de objeto múltiple. Las sofomes son entidades especializadas en la concesión de crédito a sectores productivos, que se financian a través de otras instituciones financieras y vía emisión de deuda. A pesar de la entrada progresiva de estos nuevos participantes, siete entidades financieras predominan en el escenario bancario mexicano: sus activos representan el 85% del total del sector.

Aparte de la banca múltiple, existe la banca de desarrollo: está conformada por seis entidades públicas con unos activos del 7% del PIB y canaliza sus recursos a determinados objetivos sociales y sectores. Sus actividades principales se centran en financiar y asesorar a las empresas exportadoras, promover las infraestructuras públicas, facilitar el acceso a la vivienda y dar apoyo financiero a las personas de renta baja y a las microempresas y pymes. Los bancos de desarrollo, junto a otras instituciones de fomento, articulan su política de crédito mediante avales, financiación a instituciones privadas y, directamente, mediante la concesión de crédito a los destinatarios finales.

Es importante mencionar, también, dos instituciones financieras públicas con un peso muy elevado en el mercado hipotecario: Infonavit y Fovissste. Infonavit es el principal prestamista hipotecario de México con una cuota del 58% en junio de 2013.(1) El cobro de las hipotecas se lleva a cabo a través de retenciones de la nómina, y todos los créditos otorgados desde 2007 disponen de un seguro de desempleo para minimizar las entradas potenciales en morosidad. Una fuente tradicional de recursos para Infonavit ha sido las titulaciones de su cartera. Sin embargo, el ritmo de las colocaciones se ha reducido en 2012 y 2013, lo cual ha provocado que la cartera titulizada decayera hasta el 10% del total en septiembre de este año. Por otra parte, Fovissste otorga créditos para la vivienda a los funcionarios del Estado. Su cartera es seis veces menor a Infonavit y el 40% está titulizada.

Tal y como pasamos a detallar a continuación, el sistema bancario presenta una evolución y posición favorables en términos de crédito, solvencia y rentabilidad si bien es cierto que se ha producido un ligero repunte en la morosidad. El crédito se ha incrementado, en promedio, un 12% anual durante el periodo 2002-2013. El crecimiento fue especialmente intenso entre los años 2004 y 2008, evolución que frenó la crisis financiera global. En estos últimos tres años, se ha recuperado nuevamente la tendencia con incrementos en torno al 12%. Desagregando el crédito por sectores, la cartera al consumo ha visto cómo su crecimiento se ha desacelerado en los últimos trimestres pero sigue con tasas altas del orden del 15%. Por otra parte, el incremento de crédito a las empresas no financieras y a la vivienda se ha mantenido en cotas del 10% en 2011-2013.

La tasa de morosidad del sector bancario se sitúa en el 3,4% en septiembre de 2013 y mantiene la senda moderadamente al alza iniciada a principios de 2011. En el último año, se ha producido un repunte de la morosidad en las empresas: la tasa ha pasado del 2,1% al 3,5% en un año debido, en gran medida, a los problemas que están atravesando las grandes constructoras del país.

En lo referente a la solvencia, México se avanzó a muchas economías desarrolladas adoptando los nuevos requisitos de capital de Basilea III a principios de este año. La ratio de solvencia para la banca múltiple (capital dividido entre los activos ponderados por riesgo) se situó en 3T en el 16,1%, muy por encima del 10,5% requerido. A resultas de estos nuevos requisitos, el sistema puso en práctica en junio una nueva metodología para calificar la cartera comercial en función de las pérdidas esperadas, lo cual ha incrementado la necesidad de provisiones para algunas entidades.

El sistema bancario presenta unas ratios de rentabilidad elevadas. Así, el RoA (beneficios como porcentaje de activos medios) se situó en el 1,6% en 3T, una cifra ligeramente inferior a la mostrada en 2007. Gracias a ello, el retorno por capital invertido (Return on Equity, RoE) ascendió a casi el 15%, una rentabilidad notablemente superior a la que ofrecen actualmente los sistemas bancarios de las economías más maduras. La ratio de eficiencia (porcentaje del margen bruto de las entidades que absorben los gastos de explotación) ha aumentado 1 punto porcentual respecto a 2007 debido a que los costes se han incrementado ligeramente en relación con los ingresos.

En los últimos años, la capacidad del sistema bancario se ha visto incrementada en una muestra de que las entidades están apostando por las oportunidades que ofrece el sector. El modelo de bancos con pocas oficinas pero de gran tamaño, uno de los rasgos del sistema, se mantiene e incluso ha tomado más protagonismo en los últimos años. En promedio, una oficina bancaria en México cuenta con dieciocho empleados, casi el triple en comparación con el caso español. En 2011, la ratio de sucursales por habitante de México era de 1,8 por 10.000 habitantes adultos y estaba lejos de las cifras de Brasil (4,6) y Perú (5,9) aunque era ligeramente superior a la de Chile (1,7) y Colombia (1,5). En 2013, se estima que 782 municipios (el 32% sobre el total) no tuvieron acceso a oficinas, cajeros automáticos ni corresponsales. El Banco de México apunta en esta dirección a la hora de señalar uno de los retos actuales del sector, evidenciando que falta mejorar la inclusión financiera en los distintos segmentos de la población, tanto en términos de bancarización como de puntos de acceso.

La reforma prevista del sistema financiero (véase para mayor detalle el artículo «El ímpetu reformista sacude México» en el
Dossier de este mismo Informe) afronta el problema de la inclusión financiera y otros retos importantes del sector. A grandes rasgos, la reforma pretende impulsar la competencia concediendo mayores capacidades de los bancos de desarrollo y mejoras en el otorgamiento y ejecución de garantías. Adicionalmente, se permitirá a los clientes cambiar de entidad con unos costes de transacción más reducidos y se reforzarán los poderes regulatorios enfocados a la protección de los consumidores. No se trata de grandes cambios estructurales para un sector que ya presenta unos sólidos fundamentos. No obstante, son medidas en la dirección correcta para impulsar el recorrido de la banca en México. Y dicho recorrido es muy amplio.

Pau Labró Vila

Departamento de Análisis Económico, Área de Estudios y Análisis Económico, "la Caixa"

(1) «Reporte sobre el Sistema Financiero», Banco de México, septiembre de 2013.

Pau Labró
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