Sudáfrica, en el punto de mira de los mercados

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Clàudia Canals, CaixaBank Research
Clàudia Canals
17 de julio de 2017

Sudáfrica es uno de los países emergentes que desde hace tiempo centra gran parte de la atención de los analistas, por su relevancia regional (se trata de la segunda economía africana con importantes vínculos con el resto de países subsaharianos), pero, sobre todo, por la ralentización eco­­nómica que ha sufrido (ha pasado de avances en torno al 4% a principios de los 2000 al 0,4% de 2016) y por la acumulación de desequilibrios macroeconómicos. Preo­­cupan especialmente la elevada dependencia del país de la financiación externa y el rá­­pido aumento de la deuda pública, que en 2016 as­­cen­­dió hasta el 50,5% del PIB.

En este contexto, el cese a finales de marzo del reputado ministro de Finanzas, y de otros altos mandatarios que formaban parte del sector más reformista del Gobierno, y la posterior pérdida del gra­­do de inversión por parte de S&P y Fitch, complican aún más las ya deterioradas perspectivas económicas. Y es que gran parte de la confianza de los inversores internacionales sobre la voluntad reformista del país estaba de­­positada en el destituido ministro de Finanzas, Pravin Gordhan, el cual ya había anunciado un importante plan de con­­so­­li­­da­­ción fiscal.

Aunque se espera que el crecimiento se acelere levemente en los próximos años y se acerque al 2%, la disminución de la confianza en la economía sudafricana es peligrosa, especialmente dada su vulnerabilidad externa, que la hace muy sensible a cambios en el sentimiento inversor. En particular, Sudáfrica exhibe un elevado déficit por cuen­­ta corriente, del 4,3% del PIB en promedio en los últimos tres años. Además, la financiación externa se da, sobre todo, a través de flujos de cartera y de otro tipo de inversio­­nes distintas a la inversión extranjera directa (IED), esta última mucho más estable en el tiempo. Por tanto, la rebaja del rating a zona especulativa podría ocasionar salidas súbitas de capital extranjero y un aumento importante en el coste de financiación. Asimismo, la deuda externa bruta se ha in­­cre­­mentado sustancialmente hasta representar un significativo 45% del PIB (desde cotas del 22% en 2007) y el nivel de reservas internacionales, uno de los amortiguadores frente a crisis externas, se sitúa demasiado cerca de los niveles considerados mínimamente seguros: cubre 4,2 me­­ses de importaciones de bienes y servicios, y el 117% de la deuda externa a corto plazo.1

Llegados a este punto, sin embargo, deben mencionarse algunos elementos que matizan este panorama exterior tan poco alentador. El tipo de cambio flexible y la denominación de una parte importante de la deuda externa en mo­­neda local ayudan en esta tesitura. Concretamente, el 50% de la deuda externa está denominada en moneda ex­­­­tranjera, frente a valores superiores al 75% en la mayoría de emergentes. De esta, además, la mayor parte es deu­­da corporativa, que dispone de una mayor capacidad de cobertura de riesgo cambiario, ya que la mayoría está en manos de empresas exportadoras de materias primas. En cambio, el Gobierno ha emitido principalmente en rand: más del 85% según datos del Instituto de Finanzas Internacionales (IIF, por sus siglas en inglés).

Así, el hecho de que la pérdida del grado de inversión se haya producido sobre la deuda en moneda extranjera y no sobre la deuda en rand (al menos en dos de las agencias más reputadas) es un alivio importante, por el momento. Sin embargo, para recuperar la confianza de los inversores, Sudáfrica debe presentar un plan de actuación que asegure la sostenibilidad de las finanzas públicas a medio plazo y una agenda de reformas estructurales que mejore las perspectivas de crecimiento.

1. Tres meses de importaciones y el 100% de la deuda externa a corto plazo suelen ser límites estándares en cuanto a reservas según el FMI.

Clàudia Canals, CaixaBank Research
Clàudia Canals
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