Acuerdo de productores de petróleo: el retorno del cartel

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17 de enero de 2017

La OPEP ha vuelto. Tras ocho años sin reducir sus cuotas de producción, el 30 de noviembre anunció un recorte de 1,2 millones de barriles diarios, equivalente a un 4% de su producción, que se habrá situado, a partir del 1 de enero de 2017 y siempre que se cumpla el acuerdo, en 32,5 millones de barriles diarios. Pocos días después, un grupo significativo de países externos al cartel petrolero, entre los que destaca Rusia, se comprometieron a una reducción de 600.000 barriles al día. Las decisiones fueron recibidas por el mercado con notables aumentos de las cotizaciones aunque, después, parte del repunte se deshizo. A finales de diciembre, el precio era un 17% superior al de antes de las decisiones de ajuste de oferta.

A pesar de que la experiencia apunta a que, en promedio, los recortes efectivos que siguen a los acuerdos de la OPEP suelen ser un 20% menores a lo pactado, en esta ocasión, la situación puede ser distinta. De entrada, Arabia Saudí asume una parte sustancial del recorte (del orden del 40%) y lo hace motivada por factores internos (fundamentalmente por la erosión de los ingresos fiscales sobre los que pivota el funcionamiento económico del país). Se trata de un giro copernicano de la anterior estrategia saudí de mantener una oferta abundante a fin de eliminar competidores menos rentables (shale, pero también otros productores convencionales). El segundo factor que mejora la probabilidad de cumplimiento es el establecimiento de un comité de seguimiento, formado por tres miembros de la OPEP y dos países productores no-OPEP, que seguirán la implementación de los recortes. Asimismo, se utilizarán fuentes consideradas más objetivas para monitorizar la evolución de la producción. Se trata de un ejercicio de transparencia y control sin precedentes en la historia del cartel.

Asumiendo, por tanto, que el acuerdo es razonablemente creíble, el segundo elemento que debe ayudar a valorarlo es analizar qué representa en términos de oferta global futura. Aunque pueda parecer paradójico, la reducción de la oferta no impedirá que la oferta mundial se mantenga en 2017 cerca de los máximos históricos. Si se toman como base las previsiones de la Agencia Estadounidense de la Energía, la producción mundial de petróleo en 2017 será, como máximo, de unos 700.000 barriles diarios menor tras el acuerdo (sobre una producción global de 97,42 millones de barriles), ya que la congelación acordada se verá compensada en parte por el avance de países fuera del acuerdo, entre ellos EE. UU., cuya producción aumentará un notable 6% en 2017.

Esta mejora de la producción estadounidense apunta directamente al shale, una tecnología productiva en pleno ascenso y que añade incertidumbre al escenario de la oferta esperada. A este respecto, la Agencia no es muy precisa, pero menciona como un factor clave un aspecto que es compartido por la mayoría de analistas: si el petróleo se sitúa por encima de los 50 dólares por barril, se reactivará la oferta de estos productores.

En este contexto, si bien se considera que muchos pozos de shale no son rentables con precios por debajo de los 65-70 dólares, los análisis más recientes apuntan a que muchos de los nuevos pozos ya lo son en la zona de los 60 dólares, o incluso por debajo, debido a que el shale está siendo objeto de un proceso de innovación firme, al que se le suma un abaratamiento de inputs básicos como el cemento y el acero. Estas estimaciones son consistentes con el hecho de que la producción de los pozos existentes ha repuntado de forma sólida en los últimos seis meses (véase el gráfico). Además, cabe mencionar que la cifra de pozos ya perforados pero no plenamente operativos está en valores elevados, lo que sugiere una notable capacidad de respuesta de los productores de shale ante leves mejoras en el nivel de precios del petróleo.

En definitiva, el ajuste de oferta de la OPEP y los otros productores, sin ser desmedido, no es menor. Sin este primer paso, la escalada de la oferta en 2017 probablemente hubiese presionado aún más el precio del petróleo a la baja. Pero quizás tenga el efecto, indeseable a los ojos de la OPEP, de incentivar la plena resurrección del shale. Con todo, proporciona apoyo a los escenarios de paulatina mejora del precio del petróleo en 2017, como los de CaixaBank Research, que apuntan a un avance del importe del carburante hacia la zona de los 60 dólares a finales de 2017.

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