El reto de mantener la competitividad del sector agroalimentario español ante una coyuntura adversa
La sequía extrema y el aumento de costes han formado una tormenta perfecta que no ha logrado mermar el elevado dinamismo de las exportaciones agroalimentarias españolas de los últimos años. El retroceso del volumen de exportaciones que ha sufrido el sector, que se ha visto compensado por el aumento de precios, es fruto de una coyuntura adversa: los distintos indicadores de competitividad se muestran resilientes y las cuotas en los mercados mundiales mantienen un comportamiento muy favorable. Aun así, el sector debe seguir invirtiendo en pos de una producción aún más digitalizada, sostenible y competitiva, una cuestión de vital importancia ante el enorme reto que supone el cambio climático para nuestro país.
Como se ha comentado en el artículo anterior, en 2022 la producción agraria española anotó una fuerte caída en volumen (–13,6%), lo que quebró la senda ascendente de los años anteriores. Si bien el retroceso fue generalizado en todos los cultivos y países europeos, la caída en España fue muy superior a la del conjunto de la UE (–4,6%), y también a la del top 5 que integran los principales productores europeos (sin contar a España): Alemania (–4,8%), Francia (+2,7%), Italia (–2,1%) y los Países Bajos (–3,9%). Además, las proyecciones de la Comisión Europea para 2023, que recogemos en la tabla de la página 15, vuelven a ser especialmente negativas para nuestro país,16 en contraste con una evolución más positiva para el resto del top 5 y el promedio de la UE; destacan los fuertes descensos previstos para los cereales, por encima del 30%.
- 16. Véase el artículo «Los costes de producción y la sequía afectan al sector agroalimentario español», incluido en este mismo Informe Sectorial.
Las proyecciones de producción agraria de la Comisión Europea para 2023 son especialmente negativas para España; destaca el descenso de más de un 30% de los cereales
La mayor caída de la producción agraria en España se debe a una tormenta perfecta de dos shocks, más severos en nuestro país que en sus vecinos europeos: uno climático y otro de costes.
El prolongado episodio de sequía que vivimos desde 2022 tiene un carácter extraordinario a nivel europeo17 y, además, está afectando con más intensidad al Mediterráneo occidental, cuyos cultivos acusan en particular las escasas precipitaciones, las intensas olas de calor y la alta radiación. En España, el volumen de precipitaciones registradas en 2022 se situó en 533 mm, un 16% por debajo del promedio histórico, lo que afectó a las cosechas de forma generalizada, especialmente a los cereales y las frutas. En los 11 meses transcurridos del actual año hidrológico (octubre de 2022-agosto de 2023), la situación no ha mejorado: el valor global de la precipitación fue un 17,1% inferior al valor medio del periodo de referencia, con una escasez de lluvias especialmente significativa en las cuencas internas de Cataluña y en las cuencas andaluzas. Con datos a 31 de agosto de 2023, el 26% del territorio nacional se encontraba en una situación de sequía prolongada, relacionada con la llamada sequía meteorológica.18 Como consecuencia, el agua acumulada en los embalses se encuentra en niveles muy reducidos (a un 36,8% de su capacidad en la semana del 18 de septiembre), claramente por debajo de la media de la última década en el mismo periodo (49,9%).19
- 17. Europa ha sufrido sequías recurrentes en los últimos 20 años (2003, 2012, 2018, 2019, 2020, 2022 y 2023), pero estas situaciones son cada vez más frecuentes y generalizadas. Además, a la sequía del verano de 2022, catalogada de severa a extrema en Europa y agravada por temperaturas récord en todo el continente, le siguió un invierno excepcionalmente seco y cálido, que provocó que muchos acuíferos y embalses no se pudieran recuperar.
- 18. La sequía meteorológica es un fenómeno natural de falta de precipitaciones, que ocasiona un descenso significativo de los caudales circulantes; es diferente de las situaciones de escasez, relacionadas con problemas coyunturales en la atención de las demandas a los diferentes usos. Véase Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico (2023): «Informe de la situación de sequía y escasez».
- 19. Véase Embalses.net - Estado de los Embalses, pantanos y presas de España.
Como se observa en el mapa superior, el Indicador de Sequía Combinado20 muestra condiciones de alerta generalizadas en España. Además, diversos organismos internacionales constatan que es uno de los países que más sufrirá los efectos del cambio climático en Europa (véase el siguiente mapa), con más problemas de disponibilidad de agua y el consiguiente impacto sobre la agricultura. Este fenómeno podría provocar también cambios en el uso de la tierra, como, por ejemplo, potenciar el cultivo de frutas tropicales en detrimento de los viñedos.21
- 20. El CDI, elaborado por el Observatorio Europeo de la Sequía (EDO), se utiliza para identificar zonas que pueden verse afectadas por la sequía agrícola y se basa en una combinación de indicadores de precipitación, humedad del suelo y condiciones de la vegetación. Las áreas se clasifican de acuerdo con tres clases primarias de sequía (observación, advertencia y alerta), más otras tres clases adicionales, que identifican las etapas de los procesos de recuperación de la sequía.
- 21. OCDE (2023): «Policies for the future of farming and food in Spain».
En los últimos años, el sector agroalimentario español ha tenido que hacer frente a unos mayores costes de producción. Si analizamos los consumos intermedios de las Cuentas Económicas de la Agricultura (entendidos como el valor de todos los bienes y servicios empleados como insumos en el proceso de producción), observamos que el shock de costes de 2021-2022 también afectó más a nuestro país: el aumento de los consumos intermedios en España (+45,6%) fue superior tanto al del promedio de la UE (+33,0%) como al del resto de países del top 5 (en torno al +20,0% en Alemania y Francia, y alrededor del +35,0% en Italia y en los Países Bajos).
El shock de costes de 2021-2022 afectó más a nuestro país: el aumento de los consumos intermedios en España (+45,6%) fue superior al del promedio de la UE (+33%)
La energía, los fertilizantes y, sobre todo, los piensos fueron los principales responsables del aumento de costes del sector agroalimentario el pasado año. Si comparamos la evolución del precio de estos inputs (medido por el deflactor) en España en relación con los países del top 5 y la media de la UE, se observan ciertas diferencias: (i) el encarecimiento de la energía en España fue similar al de la UE (52,4% vs. 52,6%) aunque algo superior a los países analizados en este capítulo, salvo los Países Bajos; (ii) en el caso de los fertilizantes, solo Italia anotó una subida inferior al 74,3% registrado en España (87,1% en la UE), y (iii) los piensos se encarecieron un 35,1%, algo por encima de los países analizados y de la media de la UE (29,4%). El mayor incremento de los costes totales se explica, en gran medida, por el elevado protagonismo de los piensos en nuestra estructura de costes: suponen el 54,4% del total de consumos intermedios (39,3% en la UE).
El mayor incremento de los costes totales se explica, en gran medida, por el elevado protagonismo de los piensos en nuestra estructura de costes: suponen el 54,4% del total de consumos intermedios (39,3% en la UE)
Que el agroalimentario es uno de los principales sectores exportadores de la economía española22 no es ninguna novedad. Desde 2010 el valor de sus ventas al exterior ha anotado un crecimiento medio anual del 7,3%, frente al 6,6% en el caso del total de bienes exportados, hasta rozar los 67.000 millones de euros en 2022. En volumen, el crecimiento medio anual ha sido algo menor, un 3,2%, similar al 3,1% del conjunto de bienes exportados, hasta superar los 37,5 millones de toneladas. El pasado año, el agroalimentario representó el 17,2% de las exportaciones totales del país en valor y el 20,4% en volumen, superando las cifras de 2014-2019 (16,9% y 19,4%, respectivamente). Además, ha demostrado una notable resiliencia, incluso en circunstancias tan adversas como la reciente pandemia, cuando el comercio internacional sufrió un parón histórico.23
En términos comparativos, las exportaciones agroalimentarias españolas han mostrado una mejor evolución que las de nuestros principales competidores europeos. Pero, mientras que en valor han seguido creciendo con fuerza durante los últimos dos años, condicionadas por los altos precios de la mayoría de los productos en los mercados internacionales, en volumen acumulan retrocesos del 5,5% en 2022 y del 9,1% en 2023 (interanual hasta junio). En todo caso, el descenso ha sido menos acusado que en los países del top 5 o la UE en su conjunto (–15,1%): en España el volumen exportado se encuentra en niveles de 2017, pero en los Países Bajos, Alemania y, sobre todo, Francia aún va más atrás.
- 22. El sector agroalimentario incluye los capítulos arancelarios 1-24 del sistema TARIC.
- 23. En 2020, mientras que las exportaciones totales descendieron un 9,4% en valor y un 5,4% en volumen, las agroalimentarias crecieron un 4,9% y un 0,8%, respectivamente. Véase el artículo «La resiliencia de las exportaciones agroalimentarias españolas», publicado en el Informe Sectorial Agroalimentario de 2020.
Las caídas (en volumen) de las ventas españolas al exterior están siendo especialmente intensas, por encima del 40% interanual en el 1S 2023, en algunos productos, como las semillas oleaginosas y los cereales, si bien es cierto que solo representan el 5,9% y el 2,5% de las exportaciones totales, respectivamente (datos de 2022). Italia y Francia también han sufrido importantes retrocesos de sus exportaciones de cereales en la primera mitad de 2023 (–43,5% y –31,7% interanual, respectivamente), una caída especialmente relevante en el caso francés, ya que suponen más del 45% de sus exportaciones agroalimentarias. Por su parte, en los Países Bajos destacan los aceites y las grasas, cuyas ventas al exterior se desploman un 80,9%, tras el extraordinario registro de 2022, cuando triplicó sus ventas, mientras que en Alemania las exportaciones de azúcares y artículos de confitería descienden un 32,0%.
El reciente debilitamiento de las exportaciones podría ser interpretado como el reflejo de un problema de pérdida de competitividad del sector agroalimentario español en los mercados internacionales; es decir, de una menor capacidad para proporcionar productos de mayor valor añadido con una mejor relación entre calidad y precio. Sin embargo, diversos indicadores del sector exterior agroalimentario muestran una evolución relativamente favorable en comparación con el resto de los países del top 5.
En primer lugar, los costes son un elemento fundamental de la competitividad de empresas, sectores y países, especialmente cuando existe poca diferenciación en el producto y en su elaboración se emplean tecnologías poco complejas y mano de obra poco cualificada. Dentro de la estructura de costes, los laborales juegan un papel muy relevante. En España no se observan tensiones en términos de costes laborales unitarios (CLU) en el sector agro, más bien al contrario: este índice ha experimentado una notable mejoría en los últimos años, en contraste con el deterioro casi generalizado sufrido por nuestros competidores (a excepción de Francia): pese a un ligero repunte tras la crisis pandémica, se ha mantenido el diferencial positivo. Si comparamos el dato de 2022 con los años anteriores al estallido de la pandemia (promedio 2014-2019), nuestro sector agro también sale bien parado: la corrección de los CLU solo ha sido superior en Alemania (–4,2% vs. –3,0% en España).
La evolución favorable de los CLU españoles con respecto al resto de los países es coherente con las diferencias de productividad. En este caso, la mejora (en términos reales) en 2022 frente al periodo prepandémico (2014-2019) fue del 11,5% (8,9% en la UE), un registro superado únicamente por el de Alemania (17,9%).
Otra muestra de la ventaja competitiva del sector agroalimentario español es la importancia que tiene para nuestra balanza comercial, lo que se refleja en el notable superávit, el más abultado a nivel sectorial, que viene anotando de forma ininterrumpida desde 1996. Pese a una cierta normalización el pasado año, tras los históricos registros de 2020-2021 (cuando, por efecto de la pandemia, se aproximó a los 18.000 millones de euros), se mantuvo en niveles muy altos: 13.096 millones (1,0% del PIB), muy por encima del promedio de los años 2014-2019 (10.885 millones).
Por último, una prueba más de la fortaleza de nuestro sector agroalimentario es la elevada cuota en el comercio mundial y su buena evolución relativa a lo largo del tiempo. Con datos de 2021 (últimos disponibles de la OMC), ocupamos el séptimo lugar del ranking global de exportadores y el cuarto entre los países europeos (por detrás de los Países Bajos, Alemania y Francia, pero por delante de Italia), con el 3,8% de las exportaciones mundiales, una cuota muy superior a la que nos corresponde en el comercio total de bienes (1,7%).
Además, desde 2010 hemos mejorado la cuota mundial en exportaciones agroalimentarias (+0,3 p. p.), un hecho muy destacable si se compara con otras potencias, en especial EE. UU., que ha perdido en este periodo 0,8 puntos de cuota, Francia (–1,2 puntos) o los Países Bajos (–1,1 puntos). Si centramos el análisis en el top 5 de las potencias europeas, para las que tenemos datos hasta junio de 2023, las exportaciones españolas ganan peso, al pasar del 10,9% en 2010 al 16,1%.
En definitiva, la producción del sector agrario español retrocedió de forma muy marcada en 2022 y las estimaciones apuntan a que ha vuelto a descender en 2023 debido al fuerte aumento de costes y a los efectos del cambio climático, que han afectado al campo español de una forma más acusada que en otras grandes potencias agroalimentarias europeas. Sin embargo, a pesar de la caída de la producción, las exportaciones agroalimentarias españolas han evolucionado relativamente bien y los indicadores de competitividad del sector no muestran un deterioro por el momento.