Mercado laboral y demografía
Sector público

Demografía y destino: el mundo que nos espera en 2050 con menos nacimientos y más longevidad

La estructura demográfica global se está transformando profundamente y cada vez se parece menos a la clásica pirámide con una base ancha formada por jóvenes y un vértice con los mayores. Este cambio de silueta refleja una transformación que requerirá cambios profundos en un sistema social basado esencialmente en que las generaciones que trabajan financian a las jubiladas.

Contenido disponible en
Portada IM09 2025 blau

Vivimos cada vez más años y, lo que aún es más relevante, con mejor salud. Esta es, sin duda, una excelente noticia para todos. Sin embargo, esta longevidad, combinada con una natalidad persistentemente baja, reconfigura la estructura demográfica de nuestras sociedades. Este cambio demográfico exige una transformación profunda en cómo nos organizamos que va mucho más allá del uso necesario, pero insuficiente, de palancas poblacionales como la inmigración o la natalidad. En este artículo, abordamos la dimensión demográfica de este desafío para analizar después, en los siguientes cuatro artículos de este Dossier, cómo esta transición impactará en tres ámbitos clave: la macroeconomía,1 las finanzas públicas2 y el ahorro y los tipos de interés.3

Para entender la magnitud del cambio demográfico que se avecina, conviene observar con más detalle las tendencias que están dando forma a esta nueva realidad. Las tasas de fertilidad disminuyen en todo el mundo y ya se sitúan en EE. UU., China y en la mayoría de los países europeos por debajo del nivel de reemplazo poblacional. Este umbral, estimado en 2,1 hijos por mujer, es el que permitiría mantener el tamaño constante de la población sin flujos migratorios. En el caso de España, la tasa de fertilidad ya está muy por debajo de este umbral desde hace más de 40 años: alcanzó un mínimo de 1,1 hijos por mujer en la década de los noventa, y se prevé que se sitúe en niveles muy bajos en los próximos 25 años (1,3 hijos por mujer). Al mismo tiempo, la esperanza de vida al nacer ha aumentado en aproximadamente siete años a nivel global entre 2000 y 2025 hasta los 74 años, y en cinco años en el caso de España hasta los 84 años (véase el primer gráfico). Solo la pandemia de la COVID-19 provocó un retroceso temporal, con una caída de hasta dos años en algunos países, del que ya se ha recuperado. Esta mejora se espera que continúe, con un incremento adicional de tres años más entre 2025 y 2050, tanto a nivel global como en España. Así, en 2050, la población mundial será más longeva y envejecida, pero también gozará de una mejor salud, puesto que se estima que la mayor parte del aumento de la esperanza de vida sea con buena salud.4 De hecho, entre el 2000 y 2021, el 70% de las mejoras en la esperanza de vida a los 60 años ya se correspondieron a mejoras en esperanza de vida saludable, definida por la OMS como aquellos años sin enfermedades ni lesiones importantes.5 No obstante, el envejecimiento poblacional también implicará un incremento en la prevalencia de enfermedades crónicas y situaciones de dependencia, lo que se traducirá en un aumento de la carga total de enfermedad (DALY) a nivel global.

  • 1

    Véase el artículo «Efectos del envejecimiento sobre el crecimiento y palancas para su mitigación» en este mismo Dossier.

  • 2

    Véanse los artículos «El impacto del envejecimiento en las finanzas públicas: un verdadero reto para España y Europa» y «Palancas para mitigar el impacto de la demografía en las finanzas públicas: el caso de las pensiones» en este mismo Dossier.

  • 3

    Véase el artículo «¿Una sociedad envejecida pagará menores tipos de interés?» en este mismo Dossier.

  • 4

    Vollset, S. E., Ababneh, H. S., Abate, Y. H., Abbafati, C., Abbasgholizadeh, R., Abbasian, M., Ariffin, H. (2024). «Burden of disease scenarios for 204 countries and territories, 2022–2050: a forecasting analysis for the Global Burden of Disease Study 2021», The Lancet, 403(10440), 2204-2256.

  • 5

    OCDE (2025). «OECD Employment Outlook 2025: Can We Get Through the Demographic Crunch?», OECD Publishing, París.

Esperanza de vida al nacer

Este cambio demográfico se traduce en una disminución progresiva de la tasa anual de crecimiento de la población mundial (véase el segundo gráfico). Este fenómeno es especialmente evidente en los países europeos o en China, donde el crecimiento poblacional se ha estancado e incluso ha comenzado a retroceder. En España, las recientes olas migratorias han aliviado momentáneamente esta situación, pero no podrán revertir por sí solas la tendencia de un menor crecimiento secular de la población observado en todos los países europeos.

Crecimiento de la población

Como resultado, la estructura demográfica global se está transformando profundamente y cada vez dista más de parecerse a una pirámide con una base ancha formada por jóvenes y una cima más estrecha de mayores. En su lugar, la estructura poblacional adopta una forma más parecida a un obelisco, con una base estrecha debida a la baja natalidad y una parte superior que se va agrandando como resultado de la mayor esperanza de vida.

Este cambio de silueta refleja una transformación que requerirá cambios profundos en un sistema social basado esencialmente en que las generaciones que trabajan financian a las jubiladas. En España, la cohorte de 67 años que entra en la jubilación es desde 2020 más numerosa que la cohorte de 25 años que entra de pleno en el mercado laboral. Esta «trampa demográfica» en la que no se renuevan las generaciones se acentuará en próximos años. De hecho, la proporción de población mayor de 65 años entre la población de 25 a 64 años, conocida como la ratio de dependencia, se sitúa actualmente en el 36% en España, lo que significa que por cada persona mayor de 65 años hay 2,6 personas en edad de trabajar. Esta ratio de dependencia aumentará de manera marcada hasta llegar al 61% en 2050, lo que equivale a que por cada jubilado solo habrá 1,6 personas en edad de trabajar (véase el tercer gráfico).

Tasa de dependencia

En este contexto de envejecimiento y estancamiento poblacional, la natalidad sería una primera palanca demográfica para contrarrestar el envejecimiento poblacional. La realidad de las últimas décadas y las previsiones para las próximas no invitan al optimismo con respecto a esta palanca. Las políticas públicas que reduzcan el coste de tener hijos pueden ayudar a fomentar la natalidad, pero en general tienen un impacto muy limitado y, como afirma la OCDE en su último Employment Outlook,6 ni las mejores políticas conocidas llevarían la tasa de fertilidad al nivel de reemplazo. La natalidad, asimismo, solo empezaría a impactar en un horizonte más allá de 2050, puesto que no cambiará la realidad demográfica de la población en edad de trabajar para los próximos 25 años.

Así pues, la inmigración se presenta como la palanca demográfica inevitable para contrarrestar el declive poblacional, aunque solo parcialmente. Entre 2022 y 2024, en un contexto de rebote de flujos migratorios post-COVID, casi 1,2 millones de inmigrantes entraron en España. Las previsiones de flujos migratorios del INE para los próximos años son igualmente significativas, con entradas netas de aproximadamente 375.000 al año hasta 2053, aunque las previsiones demográficas de flujos migratorios son las más sujetas a incertidumbre. Y, sin embargo, los flujos migratorios necesarios para mantener la ratio de dependencia actual se situarían en alrededor de un millón de inmigrantes al año de manera sostenida durante tres décadas.7 Parece muy complicado recibir influjos casi tres veces superiores a los previstos y al mismo tiempo ofrecer a la población resultante unos servicios públicos adaptados para que no se saturen, en sanidad, infraestructuras, etc. Además, la inmigración es un tema delicado, puesto que afecta a aspectos sociales, económicos y culturales y, a veces, la percepción pública puede estar distorsionada. Por ejemplo, 7 de cada 10 ciudadanos europeos sobreestima la proporción de población nacida en el extranjero en su país. En 2024, el 13,9% de la población de la UE había nacido en el extranjero, una cifra que en España alcanzaba el 18,2%. A pesar de algunos prejuicios, en la mayoría de los países europeos la ciudadanía tiene una visión positiva del impacto económico de la inmigración.8 En España y en Portugal, el 47% de la población tiene una visión positiva de la inmigración, el 40% una visión neutral y solo el 13% la tiene negativa. No obstante, en algunos países como Italia, las opiniones tienden a ser más negativas (24% a favor vs. 34% en contra, con un 40% neutral).

Dado que ni la inmigración ni un repunte de la natalidad parecen, por sí solos, capaces de revertir esta transformación demográfica, resulta imprescindible explorar cómo la economía, el sistema de bienestar y el ahorro privado pueden adaptarse a esta nueva realidad poblacional.

Impacto de la inmigración en el desarrollo del país
Etiquetas:
  • España