Mercados financieros

Fusiones y adquisiciones empresariales: la ola vuelve a crecer

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Las operaciones de fusiones y adquisiciones empresariales están aumentando a nivel global. Se trata de otra pieza que se suma, además con gran fuerza, al proceso de reactivación de los mercados financieros internacionales tras las crisis de 2008-2012. Diversas condiciones propiciatorias confluyen: la mejora del entorno macroeconómico, la buena marcha de las bolsas, la reducción de los costes de financiación, así como el exceso de liquidez atesorado por numerosas compañías durante los años de crisis (dada la escasa inversión). En última instancia, las fuerzas impulsoras de las fusiones y las adquisiciones (M&A, por sus siglas en inglés) se remiten a las motivaciones de las partes implicadas. Por lo que respecta a la empresa compradora, el establecimiento de objetivos de incremento de tamaño o reposicionamiento en los mercados (con frecuencia, en clave internacional). Y de parte de la empresa adquirida, el deseo de los accionistas de monetizar el valor de su participación o diversificar riesgos (circunstancia clara en el caso de empresas familiares).

Las cifras registradas entre enero y mayo de este año son elocuentes: el valor total de las operaciones de M&A globales (anunciadas, en fase de negociación y terminadas) ha superado el billón de dólares según el cómputo de Thomson Reuters Datastream. Desde que en 1980 la entidad comenzó a recoger datos, es tan solo la tercera ocasión que se supera la barrera del billón durante periodos análogos del año. Supone un crecimiento superior al 50% respecto al ritmo de 2013 y su proyección para el conjunto del ejercicio significaría acercarnos a los récords de 2006-2007. Por áreas geográficas, EE. UU. lidera la actividad con el 51% del volumen total, seguido de Europa con un 24% y Asia-Pacífico con un 16%. Estas dos últimas regiones van ganando peso gradualmente, y en el caso de Asia las cifras superan casi en un 70% las de 2013. Esto guarda relación con el auge de las operaciones cross-border, aquellas en las que las compañías involucradas proceden de diferentes países. Esta tipología experimenta un fuerte incremento en 2014 (del orden del 80% interanual) gracias a un fenómeno a tener en cuenta: empresas de países emergentes que buscan objetivos en otros países emergentes. En mercados con elevado potencial de crecimiento, como Turquía y Vietnam, esto es bien visible. A nivel sectorial, aunque se han producido operaciones significativas en todos los sectores, la mayor actividad se ha concentrado en compañías de medios de comunicación y entretenimiento, del sector inmobiliario, de la energía y la tecnología. Otro rasgo distintivo de este año es el dominio de las megaoperaciones, en­­tre las que se incluyen algunas verdaderamente impactantes. Esta circunstancia es clave para alcanzar los volúmenes antes indicados por cuanto, de hecho, en el recuento del número de acuerdos la cifra es similar a la de 2013.

La crisis financiera parece haber introducido algunos pa­­rámetros nuevos a la hora de llevar a cabo las adquisiciones. El principal cambio se observa en el terreno de la fi­­nanciación. Si bien durante los cuatro primeros meses de 2007 más del 70% de las transacciones se realizaron exclusivamente a través de préstamos sindicados, en 2014 esta cifra no alcanza el 50%. En contraposición, actualmente el número de operaciones sufragadas con acciones de la propia compañía adquirente se sitúa en el 20%. Asimismo, una modalidad que está ganando peso es la financiación mixta, que combina el crédito y la emisión de bonos de alto riesgo (high-yield, con rating de bono basura). Según Barclays, en lo que va de año, un amplio grupo de compañías europeas ha colocado 15.000 millones de euros en deuda de este tipo para financiar operaciones de M&A, frente a los 9.600 millones de euros emitidos en todo 2013.

Este último dato invita a la reflexión. Es bien sabido que, a lo largo de la historia, la actividad de M&A se ha presentado en forma de oleadas y no de manera gradual. Son menos conocidas las razones precisas del comportamiento en cada momento. Sin duda tienen un papel fundamental factores como el entorno económico, las innovaciones tecnológicas o los cambios regulatorios. Pero también inciden aspectos más huidizos, como las condiciones de liquidez o el apetito por el riesgo. En este sentido, las condiciones actuales creadas por las políticas monetarias ultralaxas de los principales bancos centrales tienen influencia: facilitan la emisión de bonos high yield o acciones propias para financiar adquisiciones. A largo plazo, los efectos, tanto particulares como colectivos, dependerán de la eficiencia de las nuevas combinaciones empresariales. Confiemos, por tanto, en que el clima de exuberancia que empieza a percibirse sea racional en términos del análisis de las operaciones por parte de los gestores corporativos.

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