Actividad y crecimiento

Polonia: nuevas reglas, ¿peores perspectivas?

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Polonia crecerá en la zona del 3,5% anual en 2016 y 2017, un avance robusto que se alcanzará sin que la inflación se tensione en exceso (se mantendrá por debajo del 2% en 2017) y sin que el déficit por cuenta corriente se dispare. Unas perspectivas envidiables que si no sorprenden más en el contexto de la UE es porque proceden, precisamente, de Polonia, un país que no entró en recesión en 2008-2009 (fue el único de la UE que lo consiguió, recordémoslo) y que fue capaz de promediar un avance anual del orden del 4% entre 2005 y 2015. Sin embargo, las reglas del juego que han facilitado que disponga de uno de los mejores marcos institucionales del este de Europa están siendo modificadas y están tomando un cariz que puede acabar siendo lesivo para los intereses polacos a medio y lar­­go plazo.

Durante el último año, se han anunciado cambios institucionales, normativos y de política económica de calado. En el ámbito estrictamente institucional, se ha modificado el funcionamiento del Tribunal Constitucional. En el normativo, se han adoptado reglas específicamente di­­rigidas a los medios de comunicación y a la banca, que aumentan el intervencionismo en ambos sectores. En el de la política económica, se ha dado un giro expansivo a las finanzas públicas (incrementando el gasto social), se han relajado los procedimientos de control presupuestario y se han tomado medidas de imposición tributaria discrecional sobre la banca.

Precisamente, el sector bancario es uno de los más afectados por los cambios que están en marcha. En 2015, el Gobierno fijó una serie de limitaciones al tipo de interés del crédito al consumo. Asimismo, se anunció la decisión de legislar en tres ámbitos clave: el establecimiento de una tasa bancaria, una mayor aportación al Fondo de Ga­­rantía Bancaria (equivalente al Fondo de Garantía de De­­pósitos español) y un plan para cambiar las hipotecas en francos suizos a eslotis. La primera de estas transformaciones ya es una realidad. En enero pasado se aprobó una tasa del 0,44% sobre los activos bancarios de las entidades privadas (excluyendo la deuda pública de los balances bancarios). Los efectos de la tasa serán notablemente adversos, ya que conllevará una reducción apreciable de la rentabilidad del sector y, según cálculos del propio banco central, provocará que un 20% del sector se sitúe en pérdidas.1 Los ingresos de la tasa (unos 6.200 millones de es­­lotis, un 0,3% del PIB) se dedicarán íntegramente a financiar políticas de gasto social.

La nueva financiación del Fondo de Garantía Bancaria po­­dría representar, según las primeras noticias, que los bancos aumentasen en un tercio sus aportaciones actuales (de 24 p. b. de sus activos ponderados por riesgo a 36 p. b.). Según ciertas estimaciones, la aportación adicional sería de unos 1.150 millones de eslotis.

Estas cifras, sin ser despreciables, empalidecen ante las primeras estimaciones del impacto del plan de conversión forzada de hipotecas. A pesar de que no se conocen los detalles (en particular, qué tipo de cambio se aplicará, qué grupo de acreedores se beneficiará y cómo podrán periodificar sus pérdidas los bancos), basándose en la información disponible sobre el proyecto, el banco central ha estimado un coste para el sector bancario que podría ir de los 38.000 a los 44.000 millones de eslotis, en función de los parámetros considerados.2 Dado que los beneficios totales del sector, antes de impuestos, fueron de 15.500 millones de eslotis en 2015, la mayor parte de analistas consideran que la banca polaca sencillamente no puede asumir el coste y que la legislación será más realista a la postre.

La lectura que se ha hecho de estos cambios institucionales y regulatorios por parte de inversores y analistas internacionales no ha sido favorable.3 Lo que más preocupa son las consecuencias a medio y largo plazo. Si el caso de Hungría es ilustrativo, por haber seguido políticas con ciertas semejanzas a las que Polonia plantea, Polonia va a encarar una época con una menor concesión de crédito, un mayor coste de financiación y una percepción internacional más adversa. Si esto sucede, el país podría acabar recordando con nostalgia cuando era capaz de crecer al 4% anual.

1. La tasa equivale, según las estimaciones disponibles, a un 0,38% de los activos totales, aproximadamente. La rentabilidad sobre activos fue en 2015 del 0,8%.

2. A principios de 2016 un 36,2% del saldo vivo hipotecario era en francos suizos y un 7,2%, en euros. Sumados representaban un 9,3% del PIB.

3. Significativamente, la agencia de calificación crediticia S&P rebajó en ene­­ro el rating del país de A– a BBB–, el primer descenso desde 1996.

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Unión Europea
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