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Alemania marca el tempo de la refundación europea

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Joan Daniel Pina

«Allí donde sea necesario un respaldo con garantías, tiene que ser posible también el control». Esta máxima, pronunciada por la canciller alemana Angela Merkel en julio de 2012, resume la posición del país germano en las negociaciones con los países que han tenido que pedir ayuda, en particular, y en el proceso de construcción europea en general. Una visión que poco a poco Alemania ha ido consiguiendo que se imponga. ¿Está el futuro de Europa en buenas manos?

De lo que no cabe ninguna duda es de la implicación alemana en el proceso de construcción europea. Ya en la segunda mitad del siglo pasado, el país germano jugó un papel destacado como miembro fundador de la Comunidad Europea del Carbón y del Acero, origen de la actual UE. El anhelo europeísta se ha mantenido intacto desde entonces. La motivación es genuina. Además de las consideraciones de orden geopolítico, la economía alemana se apoya, en buena parte, sobre la demanda del resto de países europeos. Concretamente, el 57,1% del total de las exportaciones germanas tienen como destino otros Estados miembros de la UE. Alemania es, por tanto, una de las principales interesadas en el dinamismo de sus vecinos.

Los ciudadanos germanos son, con diferencia, los que más apoyan el proceso de integración europeo (véase gráfico siguiente). Esta convicción también se refleja en la arena política. De cara a las próximas elecciones del mes de septiembre, solamente el partido «Alternativa para Alemania» presenta un programa claramente euroescéptico, mientras que los principales partidos políticos del país (que representan más del 90% de la intención de voto) tienen una vocación claramente europeísta. Esto no quiere decir que su visión sobre el proceso de construcción europea sea exactamente el mismo, pero en los grandes temas las diferencias han sido pequeñas. Por ejemplo, en las votaciones que el Parlamento alemán ha tenido que llevar a cabo para aprobar los distintos programas de rescate a Grecia y a la banca española, los dos grandes partidos, la CDU y el SPD, han votado conjuntamente a favor.

Aunque la apuesta alemana por Europa parece firme, en muchos países europeos no se cree que esta sea en beneficio de todos, especialmente en algunos países periféricos. La razón: los enormes esfuerzos que están teniendo que llevar a cabo para seguir teniendo un lugar en el club del euro. La percepción es que Alemania quiere imponer su modelo, que tanto éxito ha demostrado, y que el resto de países debe implementarlo a pesar de la dureza de las medidas. Algunos países argumentan que la eurozona, en conjunto, no presenta desequilibrios, ni fiscales ni macroeconómicos, y goza, en general, de una banca saneada. En este contexto, es muy tentador pensar que si la eurozona tuviera unos mecanismos de transferencia de recursos entre países más potentes, los desequilibrios podrían arreglarse rápidamente y sin tantos sacrificios.

Sin embargo, nada más lejos de la realidad. Si no se corrigen las causas de fondo que han generado los fuertes desequilibrios fiscales, macroeconómicos y bancarios en muchos países de la periferia europea, estos volverán a repetirse tarde o temprano. Alemania, por cuestión de principios, es uno de los principales defensores de esta visión. Además, dado que goza de una situación económica más favorable, sería uno de los países que debería aportar más recursos a los mecanismos de transferencia, lo que, si cabe, la hace ser todavía más precavida. La forma en la que se está construyendo cada uno de los pilares que deben sustentar la nueva Unión Económica y Monetaria (la unión bancaria, la unión fiscal y la unión económica) sirve para ilustrarlo.

Quizás, donde más se nota la impronta de la visión alemana es en el proceso de unión bancaria. Este consta de tres ejes: la creación de un único supervisor, un mecanismo de resolución de entidades en dificultades también único y un fondo de garantía de depósitos (FGD) integrado. El primero de estos tres ejes es al que se le ha dado máxima prioridad. La supervisión única por parte del Banco Central Europeo debería estar en funcionamiento a principios de verano de 2014. En los otros dos flancos el debate sigue abierto. Por un lado, para cortar de raíz la relación entre el riesgo soberano y el riesgo bancario, que tanto daño ha hecho en algunos países de la periferia, es imprescindible avanzar hacia un mecanismo de resolución único y un FGD homogéneo. Las prisas, por lo tanto, parecen justificadas. Sin embargo, la puesta en marcha de estos mecanismos podría conllevar importantes transferencias de recursos entre países si se tienen que activar. Llegado el caso, no debería haber dudas ni de la fortaleza de la base legal sobre la que se apoyan ni, sobre todo, del soporte social y político con el que se cuenta. En otras palabras, no se compartirán riesgos si no dispone antes de los mecanismos que permitan una mayor correspondencia entre la responsabilidad asumida y el control ejercido.

Es por ello que Alemania, con su ministro de finanzas Wolfgang Schaeuble al frente, insiste en llevar a cabo un avance más gradual, empezando por un sistema colegiado de autoridades nacionales, minimizando la solidaridad entre países(1). Esto debería servir de puente mientras, por un lado, la supervisión llevada a cabo por el BCE asegura que toda la banca europea cumple con los requisitos exigidos y, en paralelo, se avanza en la redefinición de los tratados para que estos den cabida, sin fisura alguna, a los nuevos instrumentos. En este sentido, la apuesta alemana persigue la construcción de una unión bancaria robusta a largo plazo. Pero es una apuesta arriesgada a corto plazo. Aunque todavía quedan muchos detalles pendientes por definir (véase Focus «Entidades insolventes: el Consejo opta por el bail-in 2.0», para un explicación detallada de los últimos acuerdos alcanzados), con los avances hechos hasta la fecha difícilmente se podría evitar un nuevo episodio de tensiones financieras si las dudas sobre la solvencia del sector bancario o público de un país europeo vuelven a reaparecer.

Los avances en materia de unión fiscal y económica han sido algo menores, pero el camino seguido es similar. El objetivo último está claro: poner en marcha un marco de gobernanza económica y fiscal profundamente integrado que permita el diseño de una política económica coordinada y la emisión común de deuda pública(2). El objetivo, por tanto, es ambicioso. Exige llevar a cabo una modificación de los tratados europeos y, sobre todo, una mayor confianza mutua entre los países de la UE. Como en el caso de la Unión Bancaria, sin embargo, de momento solo se han puesto en marcha los mecanismos para que, desde Bruselas, se pueda supervisar y, hasta cierto punto dirigir, la política económica y fiscal de los distintos Estados miembros(3). También en este ámbito, por lo tanto, la visión alemana parece que se ha ido imponiendo. La creación de los eurobonos o, en general, de un mecanismo de financiación común, y que ha sido defendida por el presidente francés, François Hollande, parece que de momento ha quedado en un segundo plano. De nuevo, primero el control, después las garantías.

En definitiva, hasta la fecha es la canciller alemana Angela Merkel quien ha marcado el ritmo de la construcción europea. Sin pretender un gran liderazgo, lo está ejerciendo. Sin hacer grandes promesas, ha ido dibujando el camino a seguir para conseguir una mayor integración europea. Ciertamente, las medidas tomadas hasta la fecha no son suficientes para poder sortear nuevos episodios de tensiones financieras. Pero tampoco lo serían otras medidas que solo remediasen temporalmente los desequilibrios de los países en apuros. En última instancia, la única garantía para alcanzar un mayor nivel de integración es la implementación de una política económica que persiga, de forma inequívoca, un crecimiento equilibrado a largo plazo. Alemania está comprometida. ¿Los otros países también?

Departamento de Economía Europea, Área de Estudios y Análisis Económico, "la Caixa"

(1) Véase «Banking Union must be built on firm foundations», Financial Times, 12 de mayo de 2013.

(2) Véase «Plan director para una Unión Económica y Monetaria profunda y auténtica». http://europa.eu/rapid/press-release_IP-12-1272_es.htm.

(3) Las principales medidas tomadas en este sentido son conocidas como el Six Pack, el Fiscal Compact y el Two Pack.

 

Joan Daniel Pina
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Alemania Unión Europea Integración europea
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