La energía de China

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Jordi Singla

De entre las economías grandes, China es la que más crece en la actualidad. Este crecimiento está muy sesgado hacia la industria pesada, lo que implica un elevado consumo de materias primas y de energía. Así, mientras que el PIB de China –en términos de paridad del poder adquisitivo– representó un 11,7% del total mundial en 2008, su consumo energético alcanzó el 17,1% del total. Las previsiones para 2015 de la estadounidense Energy Information Administration (EIA) aumentan estos porcentajes hasta el 15,9% y el 21,7%, respectivamente, con un consumo energético que ya supera al de Estados Unidos. El peso en términos de crecimiento es aún mayor. China contribuirá un 31,5% al crecimiento económico global y en un 55,2% del incremento de las necesidades energéticas mundiales entre 2008 y 2015. Estas magnitudes hacen que los cambios que sucedan en el mapa energético chino tengan una profunda influencia en el panorama energético global.

Presente

Los tres rasgos más sobresalientes de la estructura energética de China en la actualidad son la alta intensidad energética, la dependencia del carbón y unas importaciones crecientes de petróleo. La preponderancia de la industria pesada hace que la economía china tenga una alta intensidad energética. Para generar un dólar de producto interior bruto de 2008, en términos de paridad del poder adquisitivo, China tuvo que consumir 11,2 Btu (British thermal unit), muy por encima de las 7,7 de la media mundial, las 7,6 de Estados Unidos y las 5,5 de Europa occidental. La comparación con las 7,1 Btu de Brasil y las 6,6 de la India es especialmente significativa. Por otro lado, esta alta intensidad energética contribuye a hacer de China la nación más contaminante del planeta. China fue responsable del 22,5% de las emisiones mundiales de dióxido de carbono en 2008, por encima del 19,3% de Estados Unidos, el otro gran emisor, y muy lejos del 5,5% de Rusia, del 4,8% de India y del 1,4% de Brasil. A la alta intensidad energética se le añade la dependencia de una fuente de energía relativamente contaminante como el carbón. Por cada Btu consumido, China emite un 30% más de dióxido de carbono que el promedio mundial. La comparación con Brasil, que emite un 60% menos por Btu consumido, es significativa. El 47,2% de la energía que consume Brasil es de origen hidroeléctrico, gracias a una geografía ventajosa con importantes caudales de aguas interiores.

En lo referente a la dependencia del carbón, en 2008 esta fuente energética nutría un 70% de las necesidades energéticas chinas, el petróleo un 19%, la energía hidroeléctrica un 6%, el gas natural un 3% y la energía nuclear menos del 1%. En comparación, el carbón solo representa un 42% del consumo energético de la India, la otra gran economía emergente de Asia, y un 22% de Estados Unidos. Muy lejos queda el 5% de Brasil. China consume cerca de la mitad del carbón mundial. Hasta 2000 China era capaz de producir la práctica totalidad del carbón que consumía pero el rápido crecimiento de su economía, en especial de su industria pesada, hizo aflorar las limitaciones de la producción nacional, muy fragmentada en pequeñas explotaciones. De aquí que las importaciones de carbón se hayan disparado desde 2000, llegando a 183 millones de toneladas métricas en 2011, un 5% del consumo total chino.

Mención especial merece el creciente consumo de petróleo. China consumió 8,3 millones de barriles diarios en 2009 (un 10% del total global), de los que 4,3 millones fueron importados. Las estimaciones para 2011 apuntan a un crecimiento mínimo de la producción, que pasará de 4,0 a 4,2 millones de barriles diarios, mientras que el consumo alcanzará los 9,6 millones, un incremento que hará que China contribuya en un 37,0% al aumento de la demanda global de petróleo entre 2009 y 2011. Las proyecciones de consumo de petróleo para 2015 indican que el incremento de la demanda china podría superar al incremento esperado del resto del mundo entre 2008 y 2015 según la EIA.

Cambios

La excesiva dependencia del petróleo importado junto con la alta intensidad energética y la dependencia del carbón, que generan problemas de eficiencia y de polución, obligan a realizar cambios. El desarrollo chino reciente es un venir de lejos para continuar mucho más allá. Las autoridades chinas son conscientes de las deficiencias de la situación actual. Los dos grandes objetivos de la política energética son reducir la dependencia del carbón y de las importaciones de petróleo. Para ello se están realizando grandes inversiones en infraestructuras y una liberalización de los precios energéticos. El complejo hidroeléctrico de las Tres Gargantas del Yangtze debería empezar a dar rendimientos en 2012. Asimismo, existen fuertes inversiones para potenciar el gas natural y mejorar la extracción de carbón. El carbón debería bajar su aportación hasta el 60% del consumo nacional en 2020, siendo sustituido paulatinamente por la energía hidroeléctrica y el gas natural que, combinados, pasarían a abastecer cerca del 20% del consumo nacional de energía primaria.

Respecto al petróleo, el objetivo no es tanto variar su peso en el consumo nacional, que debería permanecer cerca del 20% del total hasta 2020, sino impulsar la producción doméstica frente a las importaciones. Mientras que viejas infraestructuras terrestres como las de Daqing y Shengli irán a menos, el esfuerzo inversor se centrará en explotaciones marinas como las de la bahía de Bohai y las del mar de la China Meridional. También se potenciarán los yacimientos descubiertos en Xinjiang, Sichuan, Gansu y Mongolia Interior.

Las inversiones y la liberalización de precios, junto con la terciarización del tejido productivo, con un mayor peso de los servicios, deberían reducir la intensidad energética de China, que se acercaría a la media mundial en 2020, según las estimaciones de la EIA. Esto, unido al menor peso del carbón, debería traer una reducción del 10% de las emisiones de dióxido de carbono por Btu consumido. Esta mayor eficiencia no impedirá, empero, que las emisiones de dióxido de carbono chinas se acerquen al 30% del total mundial en 2020 por el mayor crecimiento de su economía.

Influencia en el mercado mundial

Las previsiones siempre son enmendadas por la realidad, pero en cualquier escenario que se dé en el panorama energético, la influencia de China será grande. Según la EIA, el consumo energético mundial crecerá a una tasa anual promedio del 1,7% hasta 2020. En el caso de China, la tasa prevista llega al 4,2%. La medida en que estas necesidades crecientes de China se satisfagan de manera interna tendrá una profunda influencia en los precios energéticos globales y, en especial, en el precio del petróleo.

Este recuadro ha sido elaborado por Jordi Singla

Departamento de Economía Internacional, Área de Estudios y Análisis Económico, "la Caixa"

Jordi Singla
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