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¿Cada vez más desiguales? La evolución reciente de la desigualdad

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«Ninguna sociedad puede ser floreciente y feliz si la mayor parte de sus miembros es pobre y miserable», afirmaba Adam Smith.1 La intuición del padre de la economía moderna era, como en tantas otras ocasiones, acertada: como ratifican distintos estudios contemporáneos, un nivel de desigualdad extremo no es compatible con una sociedad próspera.2 La cuestión central será, por tanto, determinar si la evolución reciente apunta a que se va en una dirección preocupante o no. Este será el objetivo del presente artículo.

Antes de entrar propiamente en el análisis, hay que dotarse de una definición y una medida de la desigualdad precisas. En este artículo, y como es habitual en la literatura económica, analizaremos la desigualdad de ingresos netos, esto es, aquellos ingresos que quedan después de pagar impuestos y recibir transferencias sociales.3 Por lo que se refiere a la medida, se utilizará el índice de Gini, que calcula la dispersión de ingresos entre toda la población. Este índice toma valores entre cero (perfecta igualdad de ingresos entre individuos) y 100 (desigualdad má­­xima, en la que todos los ingresos los tiene un individuo), sintetizando en una sola cifra la desigualdad en toda la distribución de ingresos. Se trata de una medida sencilla pero que captura adecuadamente el grado de desigualdad de las sociedades: si la desigualdad es extrema, el índice de Gini captará esta tesitura.4

Un primer nivel de análisis relevante es el mundial. Cuando se analiza la desigualdad entre todos los habitantes del mundo, se constata que esta ha disminuido en las últimas tres décadas: el índice de Gini global bajó, entre 1988 y 2013, más de siete puntos, un descenso que se acentuó a partir de 2008.5 Este apreciable descenso de la desigualdad se debió, principalmente, al proceso de convergencia de ingresos entre los distintos países, un proceso que, a su vez, deriva en gran medida del rápido crecimiento que han registrado países emergentes muy poblados, como China, la India o Indonesia. Ciertamente, el nivel de desigualdad mundial actual no puede considerarse bajo, pero es, en cualquier caso, sensiblemente menor que el de décadas atrás y, por tanto, está más lejos de ser extremo que en el pasado.

Avancemos un paso y revisemos ahora la situación de los países más prósperos. Con cierta frecuencia se comenta en los debates públicos que la desigualdad se ha exacerbado a raíz del fuerte shock económico de 2008-2009, la llamada Gran Recesión, que, como es conocido, se vio agravada por una segunda caída del PIB en la mayor parte de los países europeos en 2012-2013. Sin embargo, los cálculos de la OCDE del índice de Gini de diferentes países avanzados muestran avances moderados entre 2008 y 2013. ¿Puede ser que el índice de Gini sea, en este caso, una medida demasiado general de desigualdad? Probablemente, no, ya que otras medidas que calcula la OCDE, como la ratio de pobreza o la ratio de ingresos entre el 20% con mayores ingresos y el 20% con menores ingresos (véase la definición en la tabla adjunta), también apuntan en una dirección similar. Como tampoco se aparta de este patrón otra medida, habitual en los debates más mediáticos sobre la cuestión, la que se obtiene de calcular el porcentaje de la renta de un país que acumula el 1% de la población con mayores ingresos.6 Si la Gran Recesión no ha sido la causa evidente de un cambio radical en las economías avanzadas, quizás el problema es que se tiene que ampliar el horizonte temporal. Si se toman datos desde el 2000, la conclusión de fondo se mantiene: en los países avanzados de referencia, el grado de desigualdad medida por el índice de Gini, o los restantes indicadores mencionados, han aumentado moderadamente, con dos importantes salvedades, una conocida, la de EE. UU., y la otra quizás más inesperada, la de Alemania.

En el caso de España, y siempre siguiendo los datos de la OCDE, que facilitan un análisis comparado internacional, el aumento de la desigualdad tras la Gran Recesión ha sido algo más acusado, tal como apuntan el índice de Gini, la ratio de ingresos entre el 20% con mayores ingresos y el 20% con menores ingresos o el porcentaje de pobreza de la población.7 Gran parte de este aumento de la desigualdad se explica por la excepcional caída del empleo: alrededor del 75% del incremento de la desigualdad de ingresos del trabajo durante la crisis económica fue debido al aumento del desempleo.8 La recuperación actual del mercado laboral reducirá, pues, la desigualdad, aunque es importante que el Estado del bienestar, que ha jugado un papel importante amortiguando los efectos de la crisis, continúe la labor que ha estado realizando en la recuperación.

A modo de recapitulación, los análisis anteriores sugieren que la evolución reciente de la desigualdad no apunta a un empeoramiento generalizado en este frente: a nivel mundial la desigualdad ha tendido a reducirse y solo en algunos países, entre los que destaca EE. UU. –un caso plagado de aspectos idiosincráticos que requeriría de un estudio pormenorizado individual–, la tendencia a mayor desigualdad es incontestable. Ahora bien, ello no implica complacencia alguna con el fenómeno, ya que su impacto en términos económicos es potencialmente significativo en numerosas dimensiones económicas y políticas: como veremos en los próximos artículos, puede afectar directamente al crecimiento económico (véase el ar­­tículo «¿Cómo afecta la desigualdad al crecimiento económico?» en este Dossier) e, indirectamente, al auge del populismo (véase el artículo «Desigualdad y populismo: mitos y realidades» en este Dossier) o a la distribución del crédito (véase el artículo «¿La desigualdad puede causar una crisis financiera?» en este Dossier).

Josep Mestres Domènech

Departamento de Macroeconomía, Área de Planificación Estratégica y Estudios, CaixaBank

1. Véase Adam Smith (1776), «La riqueza de las naciones», Libro I, Capítulo 8: De los salarios del trabajo.

2. Véase, por ejemplo, FMI (2015), «Causes and Consequences of Income Inequality: A Global Perspective», IMF Staff Discussion Notes No. 15/13.

3. La desigualdad en las rentas brutas es mucho mayor, puesto que la imposición progresiva y el Estado del bienestar reducen la desigualdad de manera significativa, en especial en los países desarrollados.

4. Sobre otras medidas complementarias de desigualdad, véase Atkinson, A. y Brandolini, A. (2010), «On Analyzing the World Distribution of Income», The World Bank Economic Review, vol. 24, n.º 1.

5. World Bank (2016), «Poverty and Shared Prosperity 2016: Taking on Inequality», Washington, D. C.

6. Estimados a partir de datos que usan información de los registros de impuestos sobre la renta en lugar de utilizar datos provenientes de encuestas de hogares, que acostumbran a infravalorar la renta del 1% de la población con mayores ingresos.

7. OCDE (2016), «Income inequality remains high in the face of weak recovery», Income inequality update (November 2016).

8. OCDE (2015), «In It Together? Why Less Inequality Benefits All», OECD Publishing, París.

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Desigualdad
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