Efectos del envejecimiento sobre el crecimiento y palancas para su mitigación
La transición demográfica actual debiera conducir, ceteris paribus, a una desaceleración significativa del crecimiento económico en las próximas décadas, tanto en los países avanzados como en los emergentes y en desarrollo. Solo una aplicación ambiciosa de un conjunto de políticas podrá amortiguar sus efectos de forma considerable.
La actual etapa de la transición demográfica global, caracterizada por un cada vez menor incremento de la población y el envejecimiento de esta (véase para más detalles el artículo «Demografía y destino: el mundo que nos espera en 2050 con menos nacimientos y más longevidad» en este mismo Dossier), comporta una serie de transformaciones y desafíos de amplio espectro para la economía, que parecen haber teñido de negatividad las perspectivas de crecimiento mundial para las próximas décadas. Sin embargo, el futuro no está escrito en piedra y se puede moldear con las políticas adecuadas. Prueba de ello es que el «dividendo demográfico» que viene disfrutando África desde hace décadas no se ha reflejado en un desarrollo económico significativo de la región, en contraste con el dinamismo del sud-este asiático, que se ha convertido en motor del crecimiento mundial en los últimos 25 años encabezado por una China relativamente envejecida, pero que ha sabido transformar su economía en un competidor global también en productos de alta tecnología.
El papel menguante de la demografía en el crecimiento
Partiendo de la consideración de que la actividad económica de un país depende del volumen de sus recursos y del modo en que se utilicen y combinen estos, la transición demográfica actual plantea, de inicio, dos retos simultáneos. Por un lado, un menor crecimiento de la población ralentiza el incremento de recursos disponibles, en este caso, del factor trabajo. Por otro lado, su envejecimiento hace que disminuya el peso de recursos laborales con mayor grado de utilización, de forma habitual la población entre 25 y 59 años (véase el primer gráfico). Si atendemos a las proyecciones de las Naciones Unidas,1 la combinación de ambos factores parece que debiera conducir, ceteris paribus, a una significativa desaceleración del crecimiento económico en las próximas décadas, tanto en los países avanzados, donde el total de población ya se ha estancado en el mejor de los casos, como, sobre todo, en los emergentes y en desarrollo, donde por primera vez las personas en edad de trabajar perderán peso en el conjunto de la población (véase el segundo gráfico).2
Margen para cerrar el gap de género y prolongar la vida laboral
Entre los elementos que podrían ayudar a mitigar los efectos de la actual transición demográfica sobre el crecimiento económico, uno de los principales ámbitos de actuación son las políticas dirigidas a incrementar la oferta de trabajo. En este sentido, a pesar de la convergencia observada en las últimas décadas por factores sociales y educativos,3 todavía hoy persisten diferencias muy significativas en la tasa de participación laboral entre países, así como por grupos poblacionales dentro de estos, destacando los valores más reducidos entre mujeres y el abrupto descenso en trabajadores a partir de 60 años (véase el tercer gráfico para el conjunto de la UE y el contraste entre dos de sus países miembros, Italia y Suecia). Entre las palancas que pueden llevar a incrementar la participación femenina, se incluyen sobre todo políticas que mejoren la conciliación familiar, como fórmulas laborales flexibles a tiempo parcial, un tratamiento fiscal no disuasorio para segundos perceptores y la provisión adecuada de servicios de educación infantil,4 mientras que para prolongar la vida laboral pueden implementarse incentivos para ajustar la edad de jubilación efectiva a la legal, favorecer la compatibilidad de retiro y ciertas modalidades de empleo, reforzar las políticas activas con un aprendizaje continuo y mejorar las condiciones de salud con las que se afronta el envejecimiento.5 Asimismo, dadas las diferencias entre regiones mundiales en el grado de avance e intensidad de los cambios demográficos y la persistencia de amplias brechas de desarrollo económico, la gestión de flujos migratorios seguirá teniendo un papel relevante.6 Solo una aplicación ambiciosa de este conjunto de políticas podrá amortiguar de forma significativa los efectos de la transición demográfica (véase el ejemplo para diferentes países de la UE en el cuarto gráfico, basado en las proyecciones de las Naciones Unidas).7
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Fernández Vidaurreta, C. y Martínez Turégano, D. (2018), «Evolución y perspectivas de la tasa de participación en el área del euro: una visión de largo plazo», Boletín Económico del Banco de España.
- 4
Fluchtmann, J., Keese, M. y Adema. W. (2024), «Gender equality and economic growth: Past progress and future potential», OCDE.
- 5
FMI (2025). «The rise of the silver economy: global implications of population aging», World Economic Outlook.
- 6
Véase por ejemplo para el caso de la eurozona tras la pandemia: Arce, O., Consolo, A., Días, A. y Weissler, M. (2025), «Foreign workers: a lever for economic growth», BCE.
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En el caso de España, las proyecciones del INE son sensiblemente distintas a las realizadas por las Naciones Unidas, principalmente en lo que a los flujos de inmigración se refiere. Así, mientras que estas recogen un promedio de 60.000-70.000 entradas netas entre 2025 y 2050, las del INE sitúan esta cifra entre 350.000 y 400.000 personas. Utilizando estas últimas como referencia, estimamos que la población activa en España se mantendría relativamente estable durante este periodo.
¿La productividad al rescate (de la mano de la IA)?
De forma complementaria a un mayor grado de uso del factor trabajo, su utilización más eficiente junto con los recursos de capital constituye también una fuente clave para doblegar el determinismo de la actual transición demográfica. Durante las últimas décadas, la productividad del trabajo ha seguido aumentando a buen ritmo a nivel global, impulsada por el cambio estructural y la estabilización macroeconómica en los países emergentes, que han facilitado ganancias de eficiencia, mejoras en el nivel educativo y la acumulación de capital productivo (véase el quinto gráfico). Sin embargo, el efecto de estos procesos tiende a agotarse progresivamente conforme el grado de desarrollo económico es más avanzado y la terciarización sectorial es más acusada, a lo que hay que sumar el práctico estancamiento que observamos en la traslación de progreso tecnológico a la productividad total de los factores (PTF).8 A este respecto, los desarrollos recientes en el ámbito de la inteligencia artificial (IA) han abierto la puerta a que esta tecnología de uso general pueda generar aumentos en la PTF de un amplio espectro de actividades económicas, principalmente aquellas con un mayor contenido de tareas cognitivas, así como acelerar los procesos de innovación. Sin embargo, la incertidumbre es todavía elevada respecto al grado de complementariedad/sustituibilidad de la IA con el factor trabajo,9 lo que deja un margen amplio para los escenarios futuros. Algunas estimaciones base sitúan el incremento de la productividad laboral en EE. UU. en el rango del 1%-1,5% anual,10 lo que permitiría compensar el freno demográfico sobre el crecimiento del PIB comentado anteriormente. En el resto del mundo, las ganancias esperadas tenderían a ser más moderadas dada la menor exposición y preparación para la adopción de la IA, incluyendo aspectos institucionales, el despliegue de infraestructura digital y la capacitación profesional (véase el sexto gráfico).11
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Los cambios en la productividad total de los factores miden la variación en la producción de una economía que no viene explicada por aumentos en los factores productivos (capital y trabajo). Por ejemplo, a través de un uso más eficiente de los mismos.
- 9
Acemoglu, D. (2024), «The simple macroeconomics of AI», NBER.
- 10
Baily, M., Brynjolfsson, E. y Korinek, A. (2023). «Machines of mind: The case for an AI-powered productivity boom», Brookings; Goldman Sachs (2023), «Generative AI: hype, or truly transformative?».
- 11
Cerutti, E. M. et al. (2025). «The Global Impact of AI – Mind the Gap», FMI.
Una estrategia amplia para afrontar los retos demográficos
Las políticas para incrementar la oferta de trabajo e impulsar la productividad tienen alto potencial para compensar los efectos de la transición demográfica. Sin embargo, su materialización dependerá decisivamente de tres factores. En primer lugar, estará condicionada por la existencia de condiciones favorables para la dinámica empresarial y la creación de empleo. En la UE, esta necesidad ha encontrado eco en la Brújula de la Competitividad,12 que busca revitalizar la capacidad de crecimiento de la economía europea a través de mejoras en el marco regulatorio del mercado interior y la movilización de capital hacia inversiones estratégicas. En segundo lugar, es necesario que el espectro de capacidades y habilidades laborales se adapte a los cambios tecnológicos, la transición verde y los nuevos patrones de demanda de una sociedad en envejecimiento. Para ello, las políticas activas en el mercado laboral deben minimizar los costes de ajuste a esta nueva realidad y las empresas adaptar sus puestos de trabajo, con especial atención a los empleos en riesgo por la automatización de tareas, guiada ahora por los avances en IA. Y, en tercer lugar, el set de políticas públicas debe adaptarse para favorecer ganancias adicionales en el bienestar de sus ciudadanos al tiempo que mantiene la disciplina fiscal,13 mientras que los agentes privados tendrán que ajustar sus decisiones de consumo e inversión a las nuevas condiciones de renta y riqueza del ciclo vital.14 En ambos casos, los efectos distributivos de los cambios en curso serán también relevantes para determinar la magnitud de los retos.
- 12
Véase el Focus «Una vuelta de tuerca en las prioridades políticas de la UE» en el IM04/2025.
- 13
Véanse los artículos «El impacto del envejecimiento en las finanzas públicas: un verdadero reto para España y Europa» y «Palancas para mitigar el impacto de la demografía sobre las cuentas públicas: ¿hay todavía esperanza?» en este mismo Dossier.
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Véase el artículo «¿Una sociedad envejecida pagará menores tipos de interés?» en este mismo Dossier.