Actividad y crecimiento

Consumo: ¿cómo evolucionó y qué depara el futuro en Portugal?

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Teresa Gil Pinheiro
Latas de sardinas en una tienda lisboeta

• El consumo de las familias portuguesas crece sólidamente. La recuperación del empleo, la renta y la confianza contribuyeron, primero, al aumento de las compras de bienes duraderos y después al consumo de otros bienes y servicios (como el ocio o los cuidados personales).

• No obstante, el consumo se ha desacelerado gradualmente de la mano de la actividad agregada, en una tendencia que continuará en 2020. ¿Debe preocuparnos?

El consumo de los hogares ha sido uno de los motores del crecimiento portugués en la actual expansión. Pero a medida que la economía se desacelera, el consumo pri­­vado también ha perdido fuerza. ¿Qué hay detrás de esta tendencia y qué nos dice sobre las perspectivas para 2020?

El consumo se ha desacelerado desde ritmos de crecimiento del 3% en 2018 hasta el 2,0% en el 4T 2019 (último dato disponible), una cifra que sigue siendo favorable y se respalda en la creación de empleo y el aumento de los salarios. De hecho, los últimos registros de crecimiento del consumo se encuentran cerca del promedio observado desde el inicio de la recuperación económica (es decir, desde finales de 2013). Sin embargo, si analizamos los datos detenidamente, destaca un cambio en la composición del consumo a lo largo de este periodo. Como se observa en el primer gráfico, en los primeros años de recuperación destacó la notable aportación al crecimiento que tuvieron los bienes duraderos, gracias a la materialización de compras que se habían aplazado en la recesión. Después, esta fase dejó paso a una mayor contribución de los bienes no duraderos y de los servicios, en una dinámica que se ha acentuado en los últimos años.

La menor aportación del componente de bienes duraderos refleja la ralentización de las ventas de vehículos ligeros (que representan cerca del 47% del consumo de bienes duraderos). La correspondencia en el tiempo entre la desaceleración de los bienes duraderos y las ventas de automóviles se observa claramente en el segundo gráfico. Sin embargo, también destaca la resiliencia del consumo de bienes duraderos a pesar de la mayor debilidad del sector del automóvil.

La desaceleración de la compra de automóviles parece reflejar tanto un cierto agotamiento de la demanda em­­bal­­sada durante los años de crisis como el aplazamiento de decisiones de compra por las incertidumbres que afectan al sector (como la transformación tecnológica o las regulaciones medioambientales). Este segundo factor es especialmente relevante para entender la reducción de las ventas de coches en 2018 y 2019, y posiblemente seguirá pesando sobre el sector. No obstante, la disminución gradual de estas fuentes de incertidumbre, sumada a los mayores incentivos fiscales al adquirir coches eléctricos en 2020 (de 3 millones de euros en 2019 a 4 millones en 2020), ayudarán a respaldar la compra de automóviles (de he­­cho, el segundo gráfico ya muestra una recuperación des­­­­de finales de 2019).

En conclusión, la tendencia de fondo para el consumo continúa siendo positiva, aunque la expansión de la emergencia sanitaria del coronavirus hacia Europa supone un riesgo importante en los primeros meses de 2020. A me­­dio plazo, no se espera que se mantengan los fuertes ritmos de crecimiento observados en los últimos años (también por la reducida tasa de ahorro, que podría llevar a las familias a adoptar comportamientos más cautelosos), pero el crecimiento de los ingresos seguirá apoyando el con­­sumo de los hogares. En este sentido, destacan factores como el aumento del salario mínimo (del 5,8% y que afecta a cerca del 22% de los trabajadores por cuenta ajena) y la descongelación de las carreras en la función pública, cuyo impacto es visible en el crecimiento de los salarios y de la renta disponible de las familias.

Teresa Gil Pinheiro

Teresa Gil Pinheiro
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