Hombre cruzando a señora mayor en un paso de cebra. Photo by Mikita Yo on Unsplash

Solidaridad, el gesto discreto que nos une

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10 de diciembre de 2025

La bondad que encierra el acto de dar sin esperar nada a cambio es difícil de medir pero fácil de reconocer. Donar sangre, ceder un asiento, ayudar a quien lo necesita o apoyar una causa alumbran la cara más amable de nuestras vidas cotidianas. En una sociedad donde las fracturas internas se ensanchan por la polarización y la crispación del debate público, y donde los abismos entre países parecen insalvables, poner el foco en la solidaridad que persiste entre las personas alimenta la esperanza de un mañana mejor. Hay multitud de individuos anónimos que, sin hacer ruido, dedican sus ahorros o su tiempo a tender la mano a quienes atraviesan un momento difícil. Llega la Navidad y la conciencia colectiva de estos gestos se hace más patente, aunque para muchos no hay fecha en el calendario que condicione la entrega desinteresada y cotidiana.

La solidaridad rebasa la esfera individual y se extiende a un amplio grupo de actores y organizaciones que destinan recursos y horas a ayudar a los colectivos más desfavorecidos, a promover la cultura, a impulsar la investigación y a atender otros tantos temas de interés común. Aquello que a primera vista parece una cadena de gestos aislados adquiere una trascendencia mayor: es la savia del capital social, ese entramado invisible que une a las personas, sostiene la confianza mutua y, en última instancia, también las instituciones de las que nos hemos dotado. La participación ciudadana en la toma de decisiones colectivas, la existencia de cauces para implicarse en asuntos comunes o el simple convencimiento de que el vecino y el extraño responden ante la adversidad construyen un tejido social más resistente. Esa solidaridad activa contribuye no solo a elevar el bienestar colectivo, también crea un clima favorable para superar con éxito los retos compartidos del momento.

Pese a su relevancia en la vida de mucha gente y en la salud de las comunidades, adentrarse en el conocimiento de la solidaridad es una tarea complicada porque escasean los datos fiables. Existen encuestas puntuales –a veces concebidas para analizar un problema concreto– que capturan percepciones o comportamientos aislados. Las instantáneas demuestran una realidad relevante, pero no hay un termómetro que nos ayude a seguir la evolución de la solidaridad y que dé más visibilidad a tantos y tantos gestos que se llevan a cabo de forma anónima y desinteresada. El proyecto emprendido por CaixaBank Research, la Fundació ”la Caixa” y la Universidad Pompeu Fabra quiere ser esa pequeña contribución: un esfuerzo conjunto para poner en valor y radiografiar el importante papel de la solidaridad en España. La aportación pretende ser también una expresión del compromiso social que ha caracterizado a CaixaBank desde sus orígenes, y que día a día se manifiesta de forma tangible a través de los programas, la plataforma de donativos y la red de voluntariado de su Acción Social.

La iniciativa se materializa en un primer Dossier, adjunto en este Informe Mensual, que contiene el análisis de una encuesta del Observatorio Social de la Fundació ”la Caixa”, y el de datos transaccionales anonimizados de clientes de CaixaBank (millones de donativos hechos mediante domiciliaciones, transferencias, bizums o tarjeta, que se cruzan con variables sociodemográficas y financieras). Sobre esa doble base –lo que la gente piensa y siente, y lo que efectivamente hace– se edifica una radiografía de la solidaridad española, se monitoriza su evolución a lo largo del tiempo, y se analiza con detenimiento la respuesta ante emergencias como la DANA de octubre de 2024.

¿Qué nos dicen los datos? La solidaridad se extiende a lo largo y ancho del territorio, no entiende de edades, ni de sexo ni de estatus social. Es generalizada en el conjunto de la población española. Sin embargo, sí que sobresale un pequeño grupo de superdonantes, el 10% del total, que aporta prácticamente la mitad de todo lo que se dona. Este «pequeño» grupo de personas no tiene unos ingresos especialmente elevados, sino que sobresale por el esfuerzo que hace (donan el 2,3% de sus ingresos) y por la regularidad con la que lo hace. Los datos también nos muestran que el tejido asociativo a través del que se canaliza la solidaridad está muy atomizado, con muchas oenegés repartidas en todo el territorio. Al mismo tiempo, observamos que hay un pequeño grupo de entidades, el 1% de ellas, que canaliza gran parte de los recursos solidarios, el 80% del total. Además, constatamos que el 90% de las donaciones se destinan a cuatro grandes causas: cooperación internacional, sanidad, servicios sociales y religión.

Por último, la respuesta solidaria ante la DANA de octubre de 2024 muestra cómo la solidaridad se dispara en momentos de emergencia. La tragedia que arrasó la Comunidad Valenciana movilizó a centenares de miles de personas y se reflejó en los datos: en noviembre, las entidades benéficas de ámbito español dispararon sus ingresos un 45%. La ola solidaria se extendió en todo el territorio, pero la proximidad geográfica marcó diferencias: quienes vivían a entre 100 y 200 kilómetros del epicentro multiplicaron por 1,8 sus aportaciones. Esa gran ola de solidaridad, con ese mar de fondo que son los miles y miles de donantes y de oenegés, seguramente nos muestran la cara más bonita y esperanzadora de la sociedad española. Y con este proyecto, esperamos poder contribuir a que, a partir de ahora, tenga más visibilidad.

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