Producción de shale: ¿el fin de la edad de oro?

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Mathieu Jean Henri Fort
26 de enero de 2018

Recientemente, el precio del barril de Brent alcanzó los 70 dólares y llegó a su nivel más alto desde junio de 2015, alentado por el anuncio de la OPEP de una prórroga de los recortes de producción hasta finales de 2018. Sin embargo, a pesar del fuerte compromiso observado hasta el mo­­mento por parte del cártel para reducir el exceso de oferta, existen dudas sobre el recorrido al alza de los precios actuales. En parte, estas dudas son consecuencia de la incertidumbre que rodea al sector del petróleo de esquisto (shale oil): un posible repunte de producción del shale podría provocar una presión bajista sobre el precio del crudo, como ya ocurrió en 2014.

Si bien no existe una estimación precisa del umbral de rentabilidad de los productores de shale, las distintas estimaciones publicadas en el sector apuntan a que se encuentra entre los 50 y los 60 dólares por barril. Esto significa que un precio por encima de este intervalo permite cubrir los elevados costes de producción, lo que incentiva a los productores de shale a seguir aumentando la oferta en el mercado internacional. Las nuevas previsiones de oferta de petróleo de varios analistas ya re­­flejan estas expectativas. Así, la Agencia Internacional de la Energía (IEA, por sus siglas en inglés) prevé que la producción llegue casi a duplicarse, pasando de 6,5 millones de barriles diarios (mbd) en 2015 a cerca de 12 mbd en 2025. A finales de 2017, la propia OPEP revisó también notablemente al alza sus previsiones de producción de shale, con un aumento del 56% respecto a sus previsiones anteriores. Con todo, parece que las posibilidades de ganancias de productividad del sector se han reducido significativamente después de unos años en los que los cambios tecnológicos permitieron aumentar la producción de forma significativa.

Uno de los factores que limita las ganancias de productividad es el tiempo necesario para perforar un pozo, variable que ha dado señales de estabilización recientemente, tras haberse reducido con fuerza entre 2013 y 2016 (lo que con­­tribuyó a aumentar la producción).

No solo el tiempo de perforación de los pozos muestra signos de haberse estabilizado, sino también la manera de perforarlos. Al inicio del boom de la producción de shale, gran parte de las ganancias de productividad provino de un cambio de pozos verticales a pozos horizontales, mu­­cho más productivos. Hoy en día, la mayoría de los pozos están perforados de este modo, por lo que las posibilidades de mejoras de productividad que provengan de este cambio están casi agotadas.

Finalmente, hay indicios de que la técnica de fractura hidráulica que permitió una mejora significativa del rendimiento de los pozos está llegando a su límite. Así, según Kayrros, una firma de investigación especializada en energía, la productividad ajustada por la longitud del pozo de la cuenca de Permian, la zona más productiva de EE. UU., dejó de crecer en 2016 e incluso empezó a bajar en 2017.

En definitiva, más allá de las actuaciones de la OPEP, que serán muy importantes para reequilibrar el mercado, habrá que vigilar de cerca la reacción de los productores de shale a un precio más elevado. De momento, los interrogantes existentes sobre la capacidad de aumento de producción en el sector del shale prometen que la incertidumbre en torno a la evolución del precio del crudo seguirá siendo elevada.

Mathieu Jean Henri Fort
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