El empresario extranjero vuelve a confiar en la economía española

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6 de abril de 2014

En España, la inversión a largo plazo en capital productivo llevada a cabo por empresas extranjeras (la inversión extranjera directa o IED), desempeña un papel esencial. En 2012, el stock de IED representaba el 47,9% del PIB y, desde hace años, España ocupa las primeras posiciones en el ranking de las economías desarrolladas que más IED reciben, por delante de EE. UU. y de los principales países de la eurozona, y ligeramente por detrás del Reino Unido. A escala mundial, a pesar de haber aumentado el 11% en 2013, los flujos de inversión extranjera directa todavía no han alcanzado los niveles máximos de 2007. Así pues, en este contexto de menor actividad y de persistencia de la incertidumbre sobre la recuperación en los países de la periferia, es relevante constatar el logro que supone que España se mantenga en el top-10 de países desarrollados receptores de IED. Para entender la solidez y el alcance de esta posición, analizaremos el comportamiento de las inversiones extranjeras en España, centrándonos en la in­­versión extranjera productiva. Es decir, excluiremos del aná­­lisis las operaciones que carecen de efectos económicos directos en el país, como por ejemplo las estrategias de optimización fiscal dentro de un grupo empresarial.

La inversión extranjera aumentó el 8,8% en 2013 después de una caída importante en 2012. Examinando el origen de estas inversiones, observamos que la eurozona continúa siendo el principal emisor (72,8% en 2013) y que, además, contribuyó positivamente al aumento de la inversión total. Fuera de la eurozona, destaca el mayor protagonismo de los países latinoamericanos, que alcanzaron el 7,1% del total en 2013, impulsados por las inversiones procedentes de México. Si analizamos los datos por sectores, re­­paramos en que tres acapararon casi la mitad del total de las inversiones: las actividades financieras (19,9%), las manufactureras (16,7%) y las inmobiliarias (11,3%). Aunque las inversiones en manufacturas disminuyeron, esta reducción puede interpretarse como un descanso temporal después de los grandes influjos de 2011 y 2012. Las in­­versiones en la banca crecieron, pero se pueden justificar como consolidaciones necesarias que se pospusieron du­­rante la crisis y se están llevando a cabo ahora. También cabe destacar la tendencia positiva de las in­­versiones inmobiliarias, que en 2013 alcanzaron máximos absolutos (llegando a ser más del doble que en 2007).

Finalmente, el análisis de las desinversiones también constata la mejora de la confianza de las empresas extranjeras en España. Durante la crisis aumentaron las desinversiones pero en 2013 esta tendencia cambió y disminuyeron el 33,4%. Es decir, el incremento de la inversión extranjera di­­­­recta bruta (8,8%) infravalora el incremento de la inversión extranjera neta (36,3%). Resumiendo, los datos confirman la buena salud de la economía española como re­­ceptora de inversiones extranjeras.

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