Pensiones privadas: un complemento al sistema público de pensiones

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Antonio Escoda
4 de noviembre de 2013

Las tendencias demográficas plantean un importante reto para los sistemas públicos de pensiones. En particular, la disminución del número de trabajadores con relación al número de pensionistas presiona a la baja el poder adquisitivo de las pensiones en los sistemas de reparto (y al alza, la edad de jubilación). El último informe anual sobre pensiones de la OCDE estimaba, por ejemplo, que la pensión futura de una persona con un salario medio que comenzó a trabajar en 2008 a los veinte años no superaría el 60% de su salario justo antes de jubilarse en ventidós de los treinta y cuatro países miembros según las reglas vigentes en la actualidad. En este contexto, las pensiones privadas están llamadas a jugar un papel cada vez más relevante y muchos países han comenzado a introducir medidas de distinta índole para incentivar su adopción entre la población.

El grado de participación en planes de pensiones privados varía significativamente entre países. En general, tiende a ser menor cuanto mayor es el nivel de prestacionesdel sistema público de pensiones.(1) Pero son precisamente los países con más prestaciones los que mayores ajustes deberán llevar a cabo, o ya están realizando, en sus sistemas de pensiones públicos y, en consecuencia, cabe esperar que experimenten un aumento sustancial de la participación en planes privados en un futuro próximo. Este sería el caso de España donde, según datos de la OCDE, la pensión de un trabajador medio es relativamente alta con relación al salario previo a la jubilación, mientras que la tasa de participación en planes privados es de las más bajas.

La suscripción a planes privados de pensiones, en aquellos países donde esta es voluntaria, tiende a crecer claramente con la edad del trabajador. En general, de hecho, se suele comenzar a aportar a planes privados demasiado tarde para poder mantener el nivel adquisitivo después de la jubilación. En este sentido, existe una amplia línea de investigación de la economía del comportamiento (behavioral economics)(2) que demuestra que las personas no tienen suficiente disciplina ahorradora. La procrastinación (retrasar la toma de decisiones), la miopía (no tener suficientemente en cuenta el futuro) y la inercia (resistirse a modificar un patrón de comportamiento) influyen considerablemente en el nivel de ahorro.

Comenzar a ahorrar tarde tiene un importante coste en la pérdida del efecto multiplicador que aporta el interés compuesto. Por ejemplo, aportaciones de 3.000 euros anuales (con un incremento del 2% por año que se ajustaría según la inflación) durante cuarenta años y con un rendimiento medio del 5% anual nos reportarían un capital de cara a la jubilación de 507.355 euros. Si se decidiera comenzar a realizar aportaciones más tarde pero de mayor importe, el resultado final sería claramente inferior: aportaciones equivalentes a 6.000 euros anuales a día de hoy (también con incrementos anuales del 2%), co­­men­­zando dentro de veinte años y durante veinte años se convertirían en 364.270 euros.

Para incentivar la adhesión a los planes de pensiones, la inmensa mayoría de países han utilizado tradicionalmente distintos incentivos fiscales. Dichos incentivos permiten generalmente descontar las aportaciones, hasta un límite, de la base imponible y diferir la tributación sobre esta porción de la renta hasta la jubilación. Este tipo de incentivos benefician especialmente a los contribuyentes de rentas más altas que se enfrentan a tipos marginales sobre la renta más elevados. Otros países, una minoría, han optado por ofrecer incentivos de suma fija, por ejemplo, descontando de la cuota a pagar un porcentaje de las aportaciones al plan de pensiones. En cualquier caso, los incentivos fiscales no se han revelado suficientemente potentes como para aumentar muy significativamente el grado de cobertura de los planes privados. Dicho de otra forma, promover una cobertura universal mediante incentivos fiscales sería muy costoso para las arcas públicas.

Ante esta situación, algunos países han optado por hacer obligatoria la suscripción a un plan de pensiones privado. En casos como el de Australia, el sistema especifica un nivel de aportaciones mínimo obligatorio, una opción que no está exenta de problemas pues puede estar forzando unos niveles de ahorro demasiado altos para algunas familias, especialmente jóvenes, que podrían preferir utilizar sus ingresos para invertir en la educación de sus hijos o en la compra de una vivienda. Recientemente, y como alternativa a la obligatoriedad, ha cobrado protagonismo la inscripción automática (automatic enrolment) de los trabajadores en planes de pensiones privados. De este modo, las empresas tienen la obligación de inscribir a todos los empleados y destinar un porcentaje del salario a su plan de pensiones. El trabajador dispone de un plazo de tiempo para comunicar si desea continuar haciendo aportaciones o cancelar su participación. Esta iniciativa existe, entre otros países, en EE. UU., Reino Unido, Italia y Nueva Zelanda, y desde su implantación se han podido observar incrementos significativos en el porcentaje de personas en edad laboral con planes de pensiones privados. Otra ventaja de la inscripción automática es que se trata de una reforma políticamente más fácil que imponer la obligatoriedad de aportaciones.

El caso de Nueva Zelanda (con el esquema denominado «KiwiSaver») demuestra la importancia que cobra el diseño del sistema y, en particular, la elección de la tasa de contribución fijada por defecto en los modelos con inscripción automática. Cuando se incorpora un nuevo trabajador, las empresas neozelandesas deben dar de alta al empleado en un plan de pensiones privado, destinando un mínimo del 2% del salario a dicho plan. Los empleados disponen de dos meses para darse de baja y pueden fijar libremente el porcentaje de salario que desean destinar al plan. En el momento de la implantación del modelo, en julio de 2007, la tasa de contribución por defecto se fijó en el 4%, y posteriormente se redujo al 2% en abril de 2009 para minimizar el porcentaje de bajas del sistema. En junio de 2011, la mayoría de trabajadores mantenían la tasa fijada por defecto: el 62% de los empleados que comenzaron con una tasa del 4% mantuvieron dicha tasa, mientras que el porcentaje aumentó hasta el 80% para aquellos que se iniciaron con una tasa del 2%. Este ejemplo ilustra nuevamente la importancia de la inercia en el comportamiento humano.

En definitiva, contar con un plan de pensiones privado es una opción aconsejable para intentar mantener la capacidad adquisitiva tras la jubilación. Las autoridades públicas, conscientes de ello y de los sesgos que afectan al comportamiento humano a la hora de ahorrar para el futuro, están utilizando distintas alternativas para promover su uso entre la población. Se trata de un esfuerzo necesario para reducir la desigualdad en la edad de jubilación entre aquellos más precavidos y previsores y entre aquellos a los que les gusta vivir al día hasta demasiado tarde.

Antonio Escoda Viladomiu
Departamento de Análisis Económico, Área de Estudios y Análisis Económico, "la Caixa"

(1) Relación entre la pensión de jubilación a percibir y el salario medio antes de la jubilación.

(2) Richard H. Thaler, Cass R. Sunstein (2008), «Nudge: Improving Decisions about Health, Wealth, and Happiness».

Antonio Escoda
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