Oriol es economista sénior en el departamento de Economía Española. Doctor en Economía por la London School of Economics (LSE) y Máster en Economía y Finanzas por el Centro de Estudios Monetarios y Financieros (CEMFI). Antes de incorporarse en CaixaBank trabajó como economista especializado en el Reino Unido y el sur de Europa en el National Institute of Economic and Social Research (NIESR) y como profesor ayudante en la LSE. Sus áreas de estudio comprenden la macroeconomía, con especial énfasis en la política fiscal, y se especializa en la modelización de las previsiones del crecimiento económico español.
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El transporte aéreo es uno de los grandes puntos de apoyo de la cadena de valor del sector turístico. Por este motivo, y de un modo similar al resto del sector, ha sufrido una caída muy profunda de la actividad en 2020 a raíz de la COVID-19. Las compañías aéreas están atravesando una etapa que combina elevados costes de capital por sus grandes estructuras y una ausencia casi total de ingresos operativos. Las evidentes necesidades de liquidez de las aerolíneas europeas han empujado a algunos gobiernos a inyectar capital público para evitar su colapso. 2021 se presenta como el año de inflexión que necesita el sector turístico: el avance de las campañas de vacunación y la aprobación de medidas como el pasaporte sanitario serán claves para que el transporte aéreo inicie su camino hacia la recuperación y vuelva a ser uno de los puntales del sector.
Hemos dejado atrás 2020, el año que será recordado en la industria turística como el más duro de su historia reciente. En 2021, el combate contra la pandemia continúa, y las restricciones a la movilidad y al comercio siguen impidiendo un desempeño normal de la actividad económica que está afectando con especial crudeza a las empresas dependientes del turismo. Sin embargo, la entrada en juego de la vacuna va a suponer un claro punto de inflexión una vez permita alcanzar la inmunidad de la población de riesgo. Nuestras previsiones apuntan a una fuerte recuperación del sector durante el segundo semestre del año, que empujará al PIB turístico a crecer un 80% anual y a que vuelva a ser uno de los sectores tractores de la economía española.
La pandemia ha modificado el escenario de la inversión inmobiliaria comercial y ha perfilado distintos tipos de activos según el grado de afectación derivado de las restricciones de movilidad impuestas para atajar la crisis sanitaria. Entre los activos favorecidos destacan los activos residenciales, los centros logísticos y de datos, así como gran parte de los activos del sector minorista. Entre los más desfavorecidos se encuentran las oficinas y los activos hoteleros, lastrados por el auge del teletrabajo y el desplome del turismo internacional.
El sector citrícola es uno de los más importantes del sistema agroalimentario español y líder destacado en los mercados internacionales de exportación. Caracterizado por la atomización de las explotaciones, con las consiguientes dificultades para su modernización, debe afrontar importantes retos y desafíos. En particular, la fuerte competencia de terceros países, en un momento de intenso repunte de los costes de producción, acentuado por la prolongada sequía y la guerra de Ucrania. En todo caso, a la vista de las cifras, la citricultura española sigue siendo la más competitiva del mundo, gracias a la vitola, ganada a pulso, de producto de la más alta calidad y con las máximas garantías sanitarias.
Las elecciones al Parlamento Europeo de junio se han celebrado en un momento clave para el proceso de construcción europea, teniendo en cuenta los desafíos económicos, políticos y sociales que deberá afrontar nuestro continente en los próximos años. Muchos de estos retos se analizan en el Dossier de este Informe Mensual, desde la pérdida de competitividad en un mundo sometido a una reconfiguración de las cadenas de valor y de las relaciones entre bloques económicos, la redinamización de la productividad y el desarrollo tecnológico, hasta la necesidad de impulsar el Mercado Único de Capitales.
El sector turístico español ha empezado 2023 con robustez. Las llegadas de turistas internacionales han alcanzado los niveles de 2019 y el gasto turístico internacional ha batido récords. El turismo doméstico ha continuado creciendo desde 2022, pero con menor impulso por la combinación de pérdida de poder adquisitivo y de mayores salidas al extranjero. Aunque el turismo es actualmente uno de los motores de la economía española, es probable que aparezcan varios vientos de cara en los próximos trimestres. El complicado panorama macroeconómico en los países de origen de turistas internacionales, la reactivación de los destinos más lejanos para el turista europeo y español, y la competencia de destinos más económicos apuntan a una desaceleración del sector turístico a medida que nos aproximemos a 2024.
A cierre del mes de noviembre, la mejora de la situación del sector turístico era palpable. Se consolidaron las buenas cifras del verano gracias a que se consiguió estirar la temporada en los meses de octubre y parte de noviembre. Esta buena tendencia se ha enturbiado con la irrupción de la nueva ola de COVID-19 en España, ligada a la variante ómicron. Sin embargo, una vez se estabilice dicha ola, cabe pensar que el sector volverá a la senda de la recuperación que venía registrando.
Las compraventas por parte de extranjeros en España han sorprendido por su vigorosa recuperación tras el levantamiento de las restricciones ligadas a la pandemia. Los indicadores de intención de compra apuntan a que esta tendencia positiva tendrá continuidad a corto plazo, especialmente entre la población alemana y nórdica. El recorrido que la demanda extranjera puede tener a largo plazo es prometedor si tenemos en cuenta las tendencias demográficas en Europa: la cercana jubilación de una nutrida generación de europeos apunta a un notable incremento de la demanda potencial, especialmente entre los años 2026 y 2030. Y aunque España cuenta con importantes fortalezas para atraer esta demanda, como la elevada competitividad turística y la percepción de seguridad del país, no se deben desdeñar los esfuerzos destinados a generar un entorno regulatorio y fiscal atractivo, al tiempo que se adoptan las políticas de vivienda adecuadas para mitigar su impacto sobre la población local.
La irrupción de la pandemia ha modificado el escenario para la inversión inmobiliaria en activos relacionados con el comercio minorista. Por un lado, las fuertes restricciones a la movilidad y al negocio han reducido los precios y las rentas de los locales comerciales, moderando el interés inversor. Por el otro, la COVID-19 ha provocado un cambio en los hábitos de los consumidores españoles que ha beneficiado a los supermercados, donde la inversión alcanzó máximos históricos en 2020, y ha acelerado la penetración del comercio on-line en el sector minorista, que ha impulsado así la inversión en la logística necesaria para apoyar este canal de ventas.
El pasado noviembre la Comisión Europea presentó una propuesta para reformar las reglas fiscales de cara a su reimplementación en 2024. La propuesta no modifica los objetivos de deuda y déficit del 60% y 3% (se encuentran en los tratados de la UE y es poco factible cambiarlos), sino que los fija como referencias de medio plazo y se centra en reformar el sistema para conducirnos hacia estos objetivos.
La sociedad se ha polarizado de forma notable en los últimos años. En EE. UU., la polarización se manifiesta a través de una mayor distancia entre las opiniones de los votantes republicanos y demócratas. En Europa, en un aumento de los desacuerdos en torno a temas fundamentales como inmigración o la integración europea. Los partidos políticos de las economías avanzadas también se han polarizado de forma especialmente pronunciada en la última década.
A diferencia del seguimiento sobre el cumplimiento de los hitos y objetivos de los PRR, la evaluación de dónde estamos en su implementación se complica cuando tratamos de cuantificar su efecto macroeconómico y su capacidad transformadora sobre la economía europea. Esto cobra mayor relevancia ante los desafíos que plantea el cada vez más complejo escenario geopolítico.
Tras la experiencia de los últimos años, ya sabemos cómo el riesgo político puede alterar el comportamiento de hipótesis clave en los escenarios de previsión económica.
El nuevo foco de preocupación del ya complejo escenario económico global es la salud de las finanzas públicas. En el caso de España, las dos palancas para que la deuda pública siga descendiendo son el déficit público y el crecimiento económico.
El repunte de las rentabilidades de la deuda a escala global ha vuelto a poner la situación fiscal en el foco. El caso de Europa reviste un interés especial, ya que en 2024 las reglas fiscales se volverán a activar, tras suspenderse desde 2019 por la pandemia y el inicio de la guerra en Ucrania. ¿Qué plantea el nuevo marco fiscal? El plan propuesto, ¿es más o menos estricto que el vigente?
Tras casi dos años incrementando los tipos de interés, en 2023 los principales bancos centrales alcanzaron la cima y reajustaron su estrategia: en vez de subir más los tipos oficiales, el endurecimiento monetario se iba a vehicular sosteniendo esa cima por un buen tiempo. Sin embargo, ya en otoño los mercados financieros se cuestionaban esta narrativa. ¿Por qué?