La complejidad de las exportaciones españolas

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Jordi Singla
10 de enero de 2018
Probetas y pipeta en un laboratorio

En los últimos años, el sector exportador español ha crecido con fuerza, un proceso que se ha visto reflejado en la ampliación de los destinos y en la diversificación de la gama de productos exportados. Sin embargo, todavía queda una importante asignatura pendiente: la complejidad de las exportaciones. ¿Qué es la complejidad y por qué es importante? Los prestigiosos economistas de Harvard Ricardo Hausmann y César Hidalgo estiman un índice de complejidad económica (ICE) que, a grandes rasgos, califica a una economía de compleja cuando es capaz de exportar una gama diversa de productos que muy pocos países son capaces de producir.1 La complejidad de una economía es importante porque, tal y como muestran los mismos autores, está íntimamente ligada al crecimiento a largo plazo de la renta per cápita.

Pues bien, según el ICE, el auge de las exportaciones españolas desde 2010 ha ido acompañado de una pérdida de posiciones en el ranking de complejidad de las exportaciones. Así, España pasó de ocupar el puesto 23 en 2010 al 33 en 2015 y 2016 (en una clasificación de 124 países). ¿Por qué España cede posiciones en complejidad? Una primera explicación es que la debilidad de la demanda interna durante la Gran Recesión obligó a muchas empresas a lanzarse a la actividad exportadora para compensar la caída de ventas domésticas. Así, vemos que en este periodo inician la actividad exportadora muchas empresas relativamente pequeñas, generalmente de menor productividad y dedicadas a la producción de bienes no particularmente sofisticados. En segundo lugar, la complejidad económica es un concepto relativo. Si cada vez hay más países ca­­paces de producir lo que un país vende, se pierde comple­­jidad. Por esta razón, el ascenso de las economías emergentes en los últimos años ha hecho que perdieran com­­plejidad la mayoría de las economías avanzadas, como es el caso de Portugal, Francia o Reino Unido, excepción hecha de potencias exportadoras como Alemania y Japón, que se mantienen en lo alto del ranking.

Un análisis por productos permite, empero, extraer ciertos aspectos positivos. En primer lugar, la complejidad de las exportaciones españolas está dominada por la industria del automóvil (turismos y partes, y accesorios), que tiene una complejidad elevada y una importante capacidad de generar spillovers (impulsar a otros sectores). La aparición de nuevas empresas exportadoras en otros sectores durante la Gran Recesión hizo que el automóvil pasase de representar un 17,4% del total de las exportaciones en 2010 a un 14,6% en 2012, contribuyendo en una gran parte al descenso del indicador de complejidad. El elemento positivo es que, desde 2013, la cuota del sector automovilístico ha ido en aumento (alcanzó el 17,7% en el acumulado del año hasta septiembre de 2017) a la vez que su complejidad. En menor medida que el automóvil, otro sector que aporta una complejidad creciente es la manufactura de metales y sus productos, en especial el hierro y el acero, con un peso del 8,1% en el total de las ex­­portaciones y una complejidad superior a la media. El sector farmacéutico (peso del 3,7%) y el de herramientas y maquinaria (14,4% del total de las exportaciones) también inciden positi­­vamente en el indicador de complejidad de las expor­­taciones españolas, aunque su contribución ha ido de­­creciendo en los últimos años. En el otro extremo de la complejidad encontramos los productos alimentarios (17,0% del total de las exportaciones), cuyo peso creciente ha contribuido a reducir la complejidad agregada, con la notable excepción del sector cárnico (peso del 2,1% en las exportaciones) y una complejidad elevada y creciente.

 

1. Véase Atlas of Economic Complexity en https://atlas.media.mit.edu/en/.

Jordi Singla
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