¿Echando agua al vino de la recuperación?

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Jordi Gual
8 de abril de 2015

La recuperación de la economía española se confirma mes a mes. Los datos avanzados del PIB del 1T 2015 indican una tasa intertrimestral del 0,8%, por encima de las expectativas, situando la velocidad de crucero de la economía en las cercanías del 3%. Algunos analistas ya emplazan el crecimiento medio del año en esa cifra. En "la Caixa" Research mantenemos este mes la previsión del 2,5%, aunque el vigor de las últimas semanas probablemente comportará una futura revisión al alza.

A los factores temporales, ya conocidos, que han venido impulsando el crecimiento (la depreciación del euro, el bajo precio del petróleo, una política fiscal menos contractiva y la renovada confianza de consumidores y empresas) cabe añadir ahora un elemento nuevo, las expectativas (y la realidad) de unas condiciones financieras más laxas a raíz del programa de expansión cuantitativa implantado por el Banco Central Europeo (BCE). Este cóctel expansivo puede efectivamente acercarnos al 3% de crecimiento, en especial si el entorno financiero internacional sigue siendo benigno y si las administraciones públicas no aprovechan el viento de popa para reducir con mayor celeridad sus déficits.

En este momento del ciclo económico, y aun a expensas de echar un poco de agua al vino de la tan esperada recuperación, es importante advertir cuáles son los principales riesgos que podrían hacerla descarrilar a corto o a medio plazo.

El primer riesgo deriva del entorno financiero en el que opera la economía española. Al no disponer de un banco central propio, las condiciones monetarias internas son el resultado de la conjunción de dos factores: la política que establece el BCE para el conjunto de la eurozona y la percepción que tienen los inversores internacionales sobre el riesgo de invertir en activos españoles, riesgo que, de manera sintética, resumimos con el diferencial entre la rentabilidad del bono español a 10 años y el mismo título para Alemania. La conocida prima de riesgo.

En el actual ciclo de recuperación, las condiciones financieras se han relajado tanto por la acción directa del BCE como por las reformas y los ajustes llevados a cabo internamente en España, que han sido percibidos favorablemente por los inversores internacionales. Es verdad que, en lo que concierne a la política del BCE, estamos ante un periodo, en principio prolongado, de condiciones monetarias muy laxas. Pero también lo es que, en un marco de total movilidad de capitales como el actual, un cambio drástico de apetito frente al «riesgo España» es siempre una peligrosa amenaza potencial. Por ello, es deseable tomar las máximas cautelas y continuar disminuyendo los niveles de endeudamiento del país y, en especial, de su sector público, para situarlos en cotas más moderadas y sostenibles.

El segundo gran riesgo se sitúa en el frente de la inflación y los salarios. El vigor de la recuperación certifica, por un lado, que es posible crecer y generar renta en un marco de estabilidad de precios y salarios. Además, el IPC cae por el efecto de la cotización del crudo, pero la inflación subyacente está estabilizada y la moderación en el crecimiento de los salarios contribuye a mantener o mejorar la situación competitiva del país. Un deterioro en este renglón sería una traba para esta recuperación, ya que la mejoría económica no sería sostenible ante un quebranto del equilibrio exterior del país.

Ese patrón ha sido el habitual en España. Cuando la economía ha crecido con fuerza, el sector exterior ha entrado rápidamente en déficit. En la actual recuperación, el reto es conseguir no volver a las andadas, y no dejarse engañar por espejismos, puesto que los bajos precios del petróleo prácticamente aseguran las cifras positivas de las cuentas exteriores durante un cierto tiempo. Sería un grave error caer en la complacencia si esos resultados positivos enmascarasen un deterioro de la posición competitiva del país.

Jordi Gual

Economista jefe

31 de marzo de 2015

Jordi Gual
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