La reducción de la población activa estadounidense: ¿jubilados o desanimados?

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Clàudia Canals, CaixaBank Research
Clàudia Canals
8 de abril de 2014

La recuperación del mercado laboral estadounidense tras la última gran crisis está siendo un camino largo y tortuoso. Muchos han puesto en cuestión su otrora alabada flexibilidad. Entre enero de 2008 y marzo de 2010, se perdieron cerca de 9 millones de puestos de trabajo y la tasa de paro se disparó del 5,0% al 9,9%, una cota que no se alcanzaba desde la recesión de principios de los años ochenta. En los últimos cuatro años, la tasa de paro ha experimentado una mejora lenta hasta situarse en el 6,7% el pasado febrero, cifra cercana al objetivo (6,5%) que la Reserva Federal (Fed) había establecido a finales de 2012 para dar inicio a la normalización de tipos de interés oficiales. Sin embargo, un examen de otras constantes vitales del mercado laboral muestra que la mejora de la tasa de paro exagera la bondad del diagnóstico. Tanto es así que, en su última reunión, el Comité Federal de Mercado Abierto de la Fed retiró el objetivo numérico del 6,5% de su política de orientación monetaria. El margen de mejora pendiente del mercado laboral es una variable crucial para calibrar si las medidas expansivas de política monetaria corren el riesgo de provocar problemas de sobrecalentamiento.1 Si el margen es considerable, la receta de tipos bajos durante un periodo dilatado anunciada por la Fed no debería preocuparnos. Pero si es escaso, las presiones alcistas sobre los salarios serán una seria amenaza.

Un análisis más detallado de la tasa de paro (ratio entre población desempleada y población activa, entendida como aquella que se encuentra empleada o busca trabajo de manera activa) muestra que la buena noticia de su reducción queda ensombrecida por el hecho de que es fruto, en gran parte, de la contracción de la población activa o fuerza laboral, y no porque los desempleados hayan encontrado trabajo. En particular, la tasa de actividad (ratio entre la población activa y la población mayor de 16 años) ha pasado de un 66,4% antes de la crisis a un 63,0%, una disminución sin precedentes entre el resto de países desarrollados durante el mismo periodo. Ante la magnitud y trascendencia de este fenómeno, han proliferado los estudios que intentan explicarlo y hacer proyecciones.2

A grandes rasgos, la tasa de actividad viene determinada por tres grupos de elementos. Primero, los factores demográficos, principalmente la proporción de adultos en el total de la población. Segundo, las preferencias socioeconómicas, como la incorporación de la mujer al mercado de trabajo, que marcó la tendencia alcista de la tasa a partir de los años sesenta. Y tercero, los factores cíclicos (frente a los anteriores de carácter más estructural), en particular el efecto desánimo, que se produce cuando las condiciones económicas son tan adversas que hay personas que deciden dejar de buscar trabajo (y lo contrario cuando se producen mejoras cíclicas de la actividad económica).

Aparentemente, la demografía ha tenido un papel significativo en la reducción reciente de la población activa. En concreto, el envejecimiento de la generación del baby boom norteamericano (los nacidos entre 1946 y 1964) estaría empujando la tasa de actividad a la baja desde el 2000, cuando la primera ola de baby boomers empezó a acercarse a la edad de jubilación. No obstante, la disparidad de resultados en los estudios empíricos sobre el grado de relevancia del factor demográfico es llamativa: mientras que los analistas de la Reserva Federal de Filadelfia estiman que la jubilación de los baby boomers explica un abrumador 66% de la disminución de la tasa de actividad, los de la Reserva Federal de Chicago calculan que solo es responsable de un modesto 25%.3 A favor de otorgar una importancia más bien moderada a la demografía está el hecho de que la tasa de actividad también haya disminuido sustancialmente desde el año 2000 en el grupo de adultos con edades entre 25 y 54 años (prime-age workers), justamente el grupo que muestra unas mayores tasas de actividad entre el total de la población.

Así pues, otros factores a parte del envejecimiento de la población son importantes para dar cuenta de la reducción en la tasa de actividad. Entre ellos, el más notorio es el desánimo que la dureza de la recesión ha supuesto para aquellos desempleados que, después de meses de búsqueda sin resultado, han tirado la toalla y, por tanto, han dejado de formar parte de la población activa, lo que ha rebajado simultáneamente la tasa de actividad y la de paro. En este sentido, durante la crisis actual el porcentaje de parados de larga duración sobre el total de desempleados ha alcanzado máximos desconocidos en el mercado laboral estadounidense (45%). Y aunque en la actualidad esta proporción haya bajado hasta el 37%, el descenso puede atribuirse, de nuevo y en gran parte, a los desanimados entre este colectivo.

La abundancia de desanimados exige que nos fijemos en otras medidas de infrautilización del empleo, a parte de la tasa de paro, si queremos apreciar la realidad del mercado de trabajo. De entre ellas, una serie difundida mensualmente por el Bureau of Labor Statistics incluye, además de los desempleados, a aquellas personas desanimadas que han dejado de buscar activamente empleo y a aquellas que trabajan a tiempo parcial obligados por la coyuntura actual pero que desearían hacerlo a tiempo completo. Si observamos el primer gráfico, en seguida apreciamos una mejora del empleo mucho más débil que la transmitida por la tasa de paro.

En relación con los desanimados, y aunque es de esperar que con la mejora económica muchos de ellos regresen a las filas de la población activa, preocupa la capacidad de inserción laboral de algunos de ellos después de un largo periodo de inactividad. Esto implicaría que un factor que de antemano juzgábamos cíclico, en realidad tiene también un componente de carácter más permanente. Esta contingencia se conoce como «riesgo de histéresis» y, junto con el factor demográfico, podría haber rebajado el potencial de crecimiento de la economía de EE. UU. a medio plazo.

Además del desánimo, la dureza de la recesión ha afectado a la fuerza laboral a través de un aplazamiento de la entrada al mercado laboral de los jóvenes. Este fenómeno es particularmente visible en el elevado número de mujeres que han decidido prolongar sus estudios o formar una familia a una edad más temprana. Al igual que ocurría con los desanimados, esta demora es un factor principalmente cíclico, con aspectos estructurales de segundo orden. Aunque en esta ocasión el componente estructural podría influir positivamente sobre el crecimiento potencial, en tanto que la fuerza laboral estará mejor formada en el futuro.

Otro elemento que ha recibido especial atención en los medios especializados ha sido el aumento extraordinario del número de solicitudes para recibir una pensión por incapacidad, a todas luces más elevado de lo que el envejecimiento de la población parece justificar. Este incremento se debe a la circunstancia de que parados con algún tipo de discapacidad en grado parcial, habiendo agotado el subsidio de desempleo, decidieron probar suerte por la vía del inhabilitamiento con la esperanza de recibir alguna compensación que les permitiera subsistir. Aunque seguramente se trate de un factor mucho menos relevante que los mencionados con anterioridad, su naturaleza estructural merece cierta consideración, puesto que las personas cuya incapacidad fue aceptada difícilmente volverán a trabajar una vez mejore el ciclo económico.

Finalmente, junto a los factores internos estadounidenses, también ha influido en la merma de la tasa de actividad la globalización. Entre 2000 y 2007, el duro golpe que supuso para los trabajadores en el sector de las manufacturas la entrada de China en la Organización Mundial del Comercio se vio compensado por un sector inmobiliario próspero, que fue capaz de absorber buena parte de los despidos del primero, en su mayoría puestos de trabajo de baja cualificación. Sin embargo, el estallido de la burbuja inmobiliaria que dio el pistoletazo de salida a la Gran Recesión rompió esta vía de trasvase entre puestos de trabajo.4 El resto de la historia ya lo conocemos: los trabajadores, en su mayoría poco cualificados, han abandonado la búsqueda activa de trabajo a causa del desánimo.

En definitiva, los estudios empíricos señalan que tanto factores estructurales como cíclicos (léase, el desánimo) explican la reducción de la tasa de actividad. Sin embargo la incidencia exacta de cada uno de ellos es todavía motivo de polémica. Una polémica que no solamente se aprecia entre los analistas de la Fed, sino también entre los máximos responsables de la institución, incluyendo los miembros del comité de política monetaria. De ahí, entre otras razones, la disparidad de opiniones que manifiestan con relación a si el ritmo de la normalización monetaria debe ser rápido o lento. Hasta la fecha, la Fed se ha inclinado por la segunda opción, pero hará bien en vigilar signos que pueden delatar un margen de mejora del mercado laboral menor de lo estimado, como por ejemplo el ritmo de aumento de los salarios.

Clàudia Canals

Departamento de Economía Internacional, Área de Estudios y Análisis Económico,
"la Caixa"

1. Por margen de mejora del mercado laboral nos referimos al margen exitente sobre los recursos ociosos.

2. La tasa de actividad es equivalente a lo que el Bureau of Labor Statistics denomina Participation rate. Nótese que dicha tasa a menudo se calcula también como la ratio entre la población activa y la población de entre 16 y 64 años.

3. Chicago Fed Letter (2012), «Explaining the decline in the U.S. labor force participation rate»; Special Report Federal Reserve Bank of Philadelphia (2014), «On the Causes of Declines in the Labor Force Participation Rate».

4. Charles, K. K., Hurst, E., y Notowidigdo, M. J. (2013). «Manufacturing decline, housing booms, and non-employment» (No. w18949). National Bureau of Economic Research.

Clàudia Canals, CaixaBank Research
Clàudia Canals
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