Mapeado geográfico de las exportaciones españolas

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4 de octubre de 2016

Las exportaciones están teniendo un marcado protagonismo en la evolución de la economía española. Desde finales de 2007, han pasado del 25,7% al 33,2% del PIB y han contribuido a la mitad del crecimiento nominal acumulado del conjunto de la economía desde el 3T 2013, mo­­mento en que la economía empezó a recuperarse. Por todo ello, es prioritario indagar hasta qué punto las exportaciones pueden ser una fortaleza estructural en los próximos años. Una buena manera de empezar es preguntarse a dónde van las exportaciones españolas, esto es, en qué mercados las empresas españolas están haciendo mayores esfuerzos y mayores progresos.

A partir de los datos del FMI de comercio de bienes por país de origen y destino, definimos un índice de propensión exportadora (IPE) como la fracción de las exportaciones de un país de origen (por ejemplo, España) a un país de destino D (en porcentaje del total de las exportaciones españolas) dividida por la fracción de las exportaciones del mundo al país D (en porcentaje del total de las exportaciones mundiales). Un IPE mayor que 1 indica que la relación comercial de España con el país D es especialmen­­te elevada.

El mapeado geográfico de las exportaciones españolas con­­­firma una conclusión general del comercio mundial: la distancia importa, y mucho. Más allá de este fenómeno, destacan cuatro ideas: el eurocentrismo, la importancia del norte de África, la neutralidad en Latinoamérica y el retraso en Asia Oriental emergente. El eurocentrismo de las exportaciones españolas se refleja con un IPE del 2,2 para la eurozona en 2015, superior al IPE de Francia y al de Alemania, que tienen una mayor intensidad exportadora fuera de la eurozona (véase el primer gráfico). Sin embargo, en términos dinámicos, España sobresale, junto con Alemania, por ser la economía que más ha diversificado el destino de sus exportaciones desde el año 2000. Así, aunque parten de niveles más altos, las exportaciones españolas han reducido más su dependencia de la eurozona que las francesas o las italianas en el periodo 2000-2015 (véa­­se el segundo gráfico). También cabe destacar como positivo el hecho de que España está aprovechando, más que otros, la ampliación de la UE hacia el este, con un no­­table aumento del IPE a Polonia, Bulgaria y Rumanía.

En lo que a otras regiones se refiere, también es elevada la propensión exportadora al norte de África, especialmente a Marruecos (IPE del 11,7). Esta propensión con Marruecos es superior a la francesa (del 4,8) pese a la afinidad lingüística de ambos países. El crecimiento de la re­­gión y el hecho de que Marruecos, a diferencia de sus vecinos, destaque más en manufacturas que en materias pri­­mas supone una nota positiva para las exportaciones españolas.

La neutralidad exportadora a Latinoamérica (IPE del 1,0) podría sorprender dada la afinidad lingüístico-cultural con la región. No obstante, cabe señalar que el IPE español en Latinoamérica dobla a los de Francia y Alemania. El retraso en Asia es, empero, más preocupante. El IPE de las exportaciones a Asia oriental emergente (China, Hong Kong, Taiwán, India, ASEAN, Pakistán y Bangladés) es un bajo 0,2 que no crece y es muy inferior al de las exportaciones alemanas, francesas e italianas. Teniendo en cuenta que las importaciones de Asia oriental emergente han pasado del 16,5% al 25,7% del total mundial entre 2000 y 2015, puede concluirse que Asia es la verdadera asignatura pendiente.

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