India: hoja de ruta para Narendra Modi

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Jordi Singla
5 de junio de 2014
Mural con el mapa de estados de la India

El 16 de mayo se anunció oficialmente la victoria del partido Bharatiya Janata de Narendra Modi en las elecciones legislativas. Fue un triunfo arrollador: 282 escaños frente a los 44 del Partido del Congreso. Con este resultado se puso fin a la era Nehru-Gandhi, una dinastía virtual que había gobernado casi ininterrumpidamente la mayor democracia del mundo durante más de 60 años. Narendra Modi, un asceta no perteneciente a las élites urbanas de los anteriores gobernantes de la India, tiene una doble faceta. Existe un Modi reformista, que antepone la sanidad a la devoción, primando el gasto en higiene y la transparencia administrativa sobre la veneración de los templos. Pero también existe un Modi con un pasado ligado al hinduismo radical, cuyo peor momento fue su papel como máximo gobernante del estado de Gujarat durante los disturbios entre hinduistas y la comunidad islámica en 2002. ¿Qué Modi prevalecerá ahora? A juzgar por la subida de la bolsa de Bombay y la apreciación de la rupia tras conocerse que su victoria sería amplia, parece que los mercados y los analistas apuestan con claridad por el escenario del Modi reformista.

La India que encuentra Modi es un mastodonte con gran potencial de crecimiento. Es la segunda nación más poblada del planeta y la tercera por tamaño del PIB en términos de paridad de poder adquisitivo (la 13a en dólares a precio de mercado). La India multiplicó su PIB por cinco entre 1993 y 2013, con un notable desarrollo del sector servicios y con 12 empresas colocadas en el FT500 (Alemania tiene 20; España, 6). Asimismo, las previsiones de organismos de referencia como el FMI sitúan el crecimiento a largo plazo de la India cerca del 7% anual, por encima del de China. Pero la India es también el país con más personas pobres del mundo. Según el Banco Mundial, 295 millones de hindúes (24% del total) sobrevivían con menos de 2 dólares al día (en paridad de poder adquisitivo) en 2010, frente a 121 millones de chinos. La renta per cápita de la India es la quinta parte de la de China, la inversión en infraestructuras y las manufacturas son asignaturas pendientes y el sector público es especialmente ineficiente. La mayoría parlamentaria deja a Modi vía libre para emprender un programa de reformas que debe ser ambicioso. El objetivo es remover los obstáculos que impiden explotar el enorme potencial del país. Más dudas hay sobre el detalle de la hoja de ruta para alcanzarlo. El riesgo es perderse en el camino, o quedarse atascado. Un reciente documento de la consultora McKinsey contiene propuestas interesantes al respecto.

El nudo gordiano es cómo salir de la trampa de la pobreza. De hecho, este problema es significativamente más grave de lo que muestra la estadística sobre el umbral de 2 dólares al día. La consultora McKinsey utiliza el término «umbral de empoderamiento», entendiendo por ello la renta mínima que da acceso a la sanidad e higiene más básicas, iluminación, energía para cocinar, educación primaria, la ingesta de 2.100 calorías diarias, agua potable y una vivienda de entre 21 y 28 m2. Según McKinsey, 680 millones de hindúes (un 56% de la población) están por debajo de este umbral de empoderamiento (que se situaría en un gasto mensual de 1.336 rupias) o, lo que es lo mismo, no tienen acceso a los servicios básicos mencionados.

Aunque la amplia victoria de Modi le brinda un mandato sin necesidad de compromisos con otras fuerzas políticas, lo deseable es que lleve a cabo reformas inclusivas para abordar el problema de la pobreza. Reducir el porcentaje de población que está por debajo del umbral de empoderamiento equivaldría a crear una clase media hindú, como ya está sucediendo en mayor o menor medida en otros países emergentes del Asia Oriental. Las reformas inclusivas que debería afrontar Modi se articulan sobre cuatro pilares básicos: aumentar el empleo (la tasa de actividad), mejorar la productividad agrícola, reforzar el gasto público en los servicios básicos mencionados e introducir reformas que aseguren que este gasto en servicios llega a sus destinatarios.

El primer pilar, crear empleos aumentando la tasa de actividad, es el que surtiría el efecto cuantitativo más importante. La India tenía en 2012 una tasa de actividad del 58% (para la población de entre 15 y 64 años, según el Banco Mundial), mientras que el conjunto del Asia Oriental emergente presentaba un 76%. Considerando que el 65% de la población india se encuentra en este intervalo de edad, el déficit de población activa de la India se cifraría en 142 millones de empleos. La mayor parte de estos puestos deben crearse en la industria (construcción y manufacturas). Las actuaciones necesarias para incrementar la tasa de actividad incluyen una mejora drástica de las infraestructuras (generación de energía y transporte, principalmente) destinadas a favorecer el crecimiento del sector manufacturero, que es un auténtico punto débil de la economía. También se necesitaría reducir las cargas administrativas que ahogan a las empresas, eliminar algunos impuestos distorsionantes y mejorar el funcionamiento del mercado inmobiliario. Estas mejoras deberían ayudar a combatir una de las flaquezas más importantes de la India: el tamaño insuficiente de sus empresas, que se traduce en una merma de productividad. En la India, el 84% de las empresas manufactureras tenían menos de 50 empleados en 2009, proporción que en China solo era del 25%.

Otro objetivo esencial del pilar del trabajo es la reducción de las diferencias de género. La baja tasa de actividad de la India se explica en su totalidad por la escasa participación de la mujer en el mercado laboral. El 83% de la población masculina de entre 15 y 64 años estaba trabajando o buscando trabajo en 2012, cifra muy similar al 84% del Asia Oriental emergente. Sin embargo, entre las mujeres este porcentaje se reducía al 30%, mientras que en el Asia Oriental emergente estaba en el 68%. El gap entre hombres y mujeres (de 53 p. p.) es de los más altos del planeta. Es deseable que las medidas correctivas no tarden en llegar, porque según la Organización Mundial del Trabajo la dinámica es de empeoramiento: la tasa de actividad femenina decrece. Si bien es cierto que ha habido un incremento de la incorporación de mujeres a la universidad y siempre hay errores de medida en estas estadísticas, esto no explicaría más que una parte de este descenso. Otras posibles causas se remiten a factores culturales: muchas mujeres dejan su trabajo cuando la renta familiar sube por encima de la subsistencia o están «adscritas» a sectores de poco crecimiento, como la agricultura, o que han sufrido más las consecuencias de la crisis.

En este sentido, cobra importancia el segundo pilar: elevar la productividad agrícola. Las deficiencias hindúes en el sector secundario hacen que gran parte de la población siga trabajando en la agricultura (según el Banco Mundial, la agricultura absorbía el 47% de los empleados de la India frente al 34% de China). Este retraso queda exacerbado por la baja productividad del sector agrícola indio en relación con otras economías emergentes. Las reformas deberían incluir la eliminación de restricciones a los precios agrícolas (con una revisión de la Ley de Comités de Mercado de 2003 y la racionalización de los controles administrativos de precios, que introducen muchas distorsiones). Asimismo, también es deseable establecer programas de seguros para malas cosechas (con participación del sector privado), reformar el mercado del suelo, mejorar el acceso al crédito de los granjeros, incentivar el uso de la tecnología y reducir el número de organismos públicos involucrados en la política agrícola.

El tercer pilar consiste en aumentar el gasto público en los servicios básicos, que en 2012 fue equivalente al 11% del PIB. Según la consultora McKinsey, un incremento del 6,7% anual durante 10 años (razonable, considerando el crecimiento de la India) debería ser suficiente para situar a la mayoría de la población por encima del umbral de empoderamiento. Sin embargo, dada la ineficiencia gubernamental, el éxito de esa actuación no se concibe sin la contribución del cuarto pilar. Es decir, aumentando el gasto se conseguirá poco si no se acomete, antes o en paralelo, la reforma del funcionamiento de la Administración. Esta reforma debe consistir en lograr una mayor transparencia, una descentralización de poderes hacia los Gram panchayats (Gobiernos locales), un rediseño de los incentivos de los burócratas, la lucha contra la corrupción y la creación de una agencia independiente focalizada en las grandes prioridades.

El reto es grande, pero la claridad de la victoria libera a Modi de compromisos, y pocas veces la recompensa vale tanto la pena. 1.200 millones de ciudadanos indios están esperando.

Jordi Singla
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