Aunque el impacto directo de un aumento de aranceles de EE. UU. en China pueda ser limitado, quizás el mayor riesgo se encuentre en los efectos indirectos de una escalada proteccionista: una vieja regla del comercio internacional es que no hay arancel sin respuesta.
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Gracias a un éxito rotundo en la lucha contra la COVID-19, China espera ver crecer su economía un 2,0% en este año de la pandemia, lo que la convierte en la única gran economía que acabará 2020 en positivo. El futuro no está escrito, pero en 2020 China ha dado pasos significativos para volver a ser la primera economía mundial, como fue norma en el pasado.
Las autoridades chinas parecen dispuestas a tolerar un menor ritmo de crecimiento, asumiendo como prioridad la seguridad de su economía. ¿Qué implicaciones tendrá este nuevo entorno macroeconómico para China y qué ramificaciones generará a nivel global?
El estallido de la pandemia en 2020, y más recientemente la guerra en Ucrania, ha acelerado la tendencia de desacoplamiento entre Estados Unidos y China, a la que parece que se ha unido Europa, aunque de forma tímida, de momento. Analizamos la dependencia de la UE de China para entender si es posible, o incluso deseable, una autonomía estratégica europea.
En este artículo analizamos qué factores explican el reciente ciclo de baja inflación en China y qué riesgos podrían transformarlo en una crisis deflacionista.
El saneamiento financiero de China implica mejorar la calidad de su deuda y de su sistema financiero, y conseguir un crecimiento más equilibrado, con un mayor énfasis en el consumo privado y las exportaciones de alto valor añadido.
China se enfrenta a un entorno económico particularmente retador. A la combinación de una crisis inmobiliaria y la ralentización de la demanda global, dos importantes motores de crecimiento chino en las últimas décadas, se añade una tercera fuerza, cuyo potencial distorsionador se ha reafirmado en los últimos dos años: la política de COVID cero.
La demanda final europea contiene un 2% de bienes y servicios chinos, y una dependencia que llega al 6% en manufacturas, donde destacan sectores como el textil y la electrónica. Ahora bien, ¿cuánto depende China de la UE?
A pesar de ser el mayor consumidor mundial de materias primas, China carece de algunos materiales esenciales y depende en gran medida de las importaciones, especialmente de petróleo, gas natural, cobre, aluminio y níquel. Para enfrentar esta dependencia, el país ha implementado una estrategia a largo plazo que incluye la acumulación de reservas estratégicas, lo que podría afectar a los precios globales de las materias primas.
El panorama se va aclarando poco a poco en China: tras las contundentes medidas de contención adoptadas por el Gobierno chino a finales de enero, el número de nuevos contagios en el gigante asiático por el coronavirus COVID-19 ha caído de forma notable y, a finales de febrero, el 80% de las empresas ya habían vuelto a ponerse en marcha, aunque tardarán en operar a plena capacidad.
Las nuevas limitaciones tecnológicas que EE. UU. ha impuesto a China suponen una vuelta de tuerca más a la política de desacoplamiento (decoupling) impulsada por el Ejecutivo estadounidense actual. Aunque el distanciamiento entre ambas potencias viene de lejos, bajo la presidencia de Trump se ha convertido en un conflicto en toda regla.
Los datos de los últimos trimestres muestran una creciente evidencia de dos grandes fenómenos: la ralentización del comercio de bienes, pero no de servicios, y la creciente fragmentación del comercio y la producción mundiales. En el epicentro se una China cada vez más relevante en la producción manufacturera global que se está desconectando de Estados Unidos.
China va un trimestre por delante que el resto de países, al ser el primero en haber sufrido la COVID-19 y en haber contenido la epidemia. Calibrar la velocidad de su recuperación nos puede dar pistas sobre cómo evolucionarán las economías avanzadas en los próximos meses.
En China, más allá del elevado nivel de deuda corporativa, otro factor que aviva la preocupación sobre la estabilidad financiera es el papel que está jugando el sector bancario informal, más conocido como shadow banking.
Seguimos analizando el fenómeno del de-risking entre las grandes potencias económicas en una nueva entrega de artículos dedicados al comercio internacional y la geopolítca. En este primero, nos centraremos en Estados Unidos y China, y en segundo, en la Unión Europea.
El porcino se ha consolidado como el sector más relevante para la ganadería española, con más del 40% de la producción final ganadera. Lo componen unas 86.500 granjas y unas 2.600 empresas transformadoras, y la mayor parte de su producción se concentra en solo tres regiones: Cataluña, Aragón y Castilla y León. Recientemente, el porcino ha esquivado mejor que otros sectores cárnicos la caída de la demanda por la COVID-19, gracias a su menor dependencia del canal HORECA y al repunte de la demanda procedente de China, cuya producción doméstica se ha visto gravemente afectada por la peste porcina africana (PPA). Esta situación ha permitido al sector porcino español consolidarse como uno de los principales actores en la UE y en el mundo. Entre los retos del sector se encuentra la reducción de las emisiones contaminantes y seguir aplicando de forma estricta las medidas necesarias de bioseguridad para evitar la entrada de la PPA en territorio español.