China, y el resto del mundo

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14 de diciembre de 2020
Mascarilla quirúrgica sobre fondo rojo

2020 lo recordaremos como el año de la COVID-19. Es evidente. Y, probablemente, también se convertirá en el año en que China se consolidó como firme candidata a liderar la economía mundial. No imaginamos que en 2020 estallaría una pandemia. Y, cuando estalló, no pensamos que China sería el país que mejor la gestionaría, con diferencia.

China sigue sorprendiéndonos, mantiene la pandemia bajo control y es el país que mejores registros económicos presenta. La movilidad prácticamente ha recuperado los niveles previos a la crisis. Es así en las principales ciudades, donde las secuelas de la pandemia ya solo se reflejan en un mayor uso del vehículo privado frente al transporte público. El tráfico aéreo doméstico también ha remontado el vuelo y ya presenta un volumen de actividad similar al previo a la pandemia. Las relaciones sociales se han recuperado. Los restaurantes y los cines prácticamente han vuelto a la normalidad. Y el consumo de los hogares y las exportaciones ya han superado los niveles previos a la pandemia y siguen creciendo con fuerza. Destaca el sostenido crecimiento de las ventas por internet y el vigor de las exportaciones de bienes electrónicos.

China lidera la recuperación a nivel global. Ofrece una imagen de la situación en la que se encontrará el resto del mundo dentro de unos meses. Cuando tengamos la vacuna y podamos controlar la pandemia, la experiencia de China nos dice que la recuperación puede ser rápida. Eso esperamos, aunque hoy en día parezca difícil. El liderazgo de China también se refleja en el PIB. Entre las grandes economías, es la única que cerrará el año con una tasa de crecimiento positiva, del 2,0% según las previsiones de CaixaBank Research.

De momento, a nivel global, China es la excepción. El resto de los países siguen luchando para frenar el avance del virus. A la espera de que en las próximas semanas se generalice la distribución de la vacuna, se ha conseguido estabilizar el ritmo de contagios en algunos países, mientras que en otros vuelve a aumentar. Las medidas que se están to­­man­­do para contener la pandemia no son tan drásticas como las que se tomaron durante la primera ola. Además, parece que son eficaces para frenar los contagios y tienen un impacto económico inferior. Ello se refleja en la distinta evolución de la movilidad por categorías. Por ejemplo, la caída de los desplazamientos para ir a trabajar es, en general, inferior a la de los realizados para ir a centros comerciales.

EE. UU. es uno de los sitios en los que la segunda ola está co­­giendo fuerza y se están endureciendo las medidas para reducir las interacciones sociales. Los indicadores económicos disponibles hasta la fecha todavía muestran un cierto avance de la actividad y del consumo, pero probablemente se debilitarán en las próximas semanas. El avance del PIB en el tramo final del año será exiguo y, en el conjunto de 2020, el descenso se situará alrededor del 3,6%. En las próximas semanas, también centrará la atención la apro­­­­bación del nuevo paquete de estímulo fiscal, que seguramente se situará alrededor del 6% del PIB. Una magnitud nada despreciable, aunque inferior a la inicialmente planteada por Joe Biden. Cabe recordar que la política fiscal de EE. UU. ha sido una de las más expansivas en 2020. Cerrará el año con un déficit público cercano al 20% del PIB (el do­­ble del que probablemente se registrará en el conjunto de países de la eurozona). Una cifra nunca vista en las últimas décadas y que ha permitido, entre otras cosas, sostener los ingresos de los hogares. En EE. UU., estos no han caído a ni­­vel agregado, a diferencia de lo que ha ocurrido en la ma­­yoría de los países desarrollados. Sin embargo, las medidas de estímulo fiscal no han servido para ocultar la falta de li­­derazgo político en la gestión de la pandemia.

Europa sigue luchando, tanto en el frente sanitario como en el económico y en el político. Aunque la respuesta de po­­lítica monetaria ha sido más rápida y contundente que en la pasada crisis financiera, la falta de liderazgo político se ha vuelto a poner de manifiesto en las dificultades para poner en marcha el anhelado plan de recuperación europeo. La segunda ola parece que finalmente empieza a estabilizarse, pero el coste económico probablemente no será menor. En el conjunto de la eurozona, el retroceso del PIB podría situarse alrededor del 3,0% intertrimestral en el 4T (la caída probablemente será superior en Italia y Francia, donde el impacto de la pandemia está siendo más acusado). Para el conjunto del año, el descenso del PIB se acabará situando alrededor del 7,4% según las previsiones de CaixaBank Research.

En España, el impacto económico de la segunda ola está siendo inferior al del conjunto de la eurozona, pero la incertidumbre es muy elevada. Por un lado, los indicadores de movilidad muestran un claro retroceso respecto a los registros del 3T. También el gasto realizado con tarjetas en TPV de CaixaBank y las retiradas de efectivo apuntan a que el consumo de los hogares se ha debilitado de forma notable durante los meses de octubre y noviembre. Sin embargo, la evolución del empleo está siendo relativamente favorable en este contexto. No se ha producido un repunte de las per­­sonas en ERTE a nivel agregado y, de hecho, la tasa de va­­riación interanual de las personas afiliadas a la Seguridad Social se ha seguido recuperando durante los últimos me­­ses. Nuestra previsión apunta a un retroceso del PIB en el último trimestre del año del orden del 2,5% en términos in­­tertrimestrales, pero, si el empleo nos sigue sorprendiendo en positivo en el mes de diciembre, la cifra podría terminar estando más cercana al 0%.

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