Millennials y política: mind the gap!

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16 de abril de 2018
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Estimado lector, si nos permite la indiscreción, ¿podemos preguntarle cuál es su edad? No, no nos responda todavía. Mejor díganos si puede hacer suyas las siguientes afirmaciones en mayor grado que la sociedad en su conjunto: no se considera una persona religiosa, estaría fuertemente predispuesto a dar dinero a favor del medio ambiente, el matrimonio es una institución superada, aprueba el rol de «madre soltera» y rechaza notablemente que los hombres sean mejores líderes políticos que las mujeres. Si piensa que sí, que comparte estas descripciones con algo más de convicción que la sociedad en general, tiene números para haber nacido entre 1981 y 1996, es decir, pertenecer a la generación del Milenio. Pero podemos afinar más. Hagamos ahora el mismo ejercicio con las siguientes afirmaciones: nada interesado en política, nunca ha firmado una petición a favor de alguna causa y no tiene confianza alguna en los partidos políticos. Si se alinea claramente en estas posiciones, y lo hace en mayor medida que el conjunto de la población, entonces las probabilidades de que sea usted un millennial son significativas: numerosas encuestas de opinión y sociológicas arrojan repetidamente una conclusión semejante, la de que la política no interesa a los millennials, incluso en el contexto de una sociedad que, en su conjunto, también se aleja de la política.1

¿Puede ser que el único rasgo auténticamente generacional sea su alienación de la política, entendida esta en el sentido clásico de juego de partidos en el marco de una democracia consistente en votar cuando se es convocado? No nos precipitemos en las conclusiones. El hecho de que una persona nacida entre 1981 y 1996 manifieste tibieza con la política podría no tener nada que ver con haber nacido en un momento concreto y, por tanto, en unas circunstancias socioeconómicas y culturales determinadas. Así, quizás se podría deber, sencillamente, a que soy joven y, ¡oh herejía!, mis padres a mi edad también eran inconformistas y se encontraban ante un sistema que no reflejaba más que parcialmente sus preferencias. Queda claro, pues, que no podemos responder a esta cuestión, la de hasta qué grado son distintas las generaciones, comparando opiniones contemporáneas. Hay que buscar edades homogéneas como, por ejemplo, contrastar qué piensan los actuales millennials, personas que hoy tienen entre 37 y 22 años, con sus equivalentes de generaciones anteriores, es decir, con lo que pensaba la generación X hacia 1995 y los baby boomers alrededor de 1980. Pero esto no es suficiente, ya que hay que tener en cuenta que también la sociedad ha cambiado. Así, no es lo mismo opinar contra la política en una sociedad toda ella apolítica que en otra en la que esa es una posición extrema y en la que la no participación se considera disruptiva.2

Veamos, pues, lo que nos dicen los números y si realmente los millennials son tan diferentes. La conclusión principal es que en los ámbitos en los que se pueden comparar tres generaciones (millennials, X y baby boomers), y por lo que se refiere a valores relativos a aspectos fundamentales de la sociedad, las diferencias entre las dos primeras, sin dejar de existir, no son excesivas. Así, ambos grupos tienen una visión relativamente similar en materia de religión, medio ambiente, tolerancia con los inmigrantes, rol de la mujer y disposición para luchar por el país. En cambio, el contraste es más apreciable cuando se comparan los millennials con los boomers. Aunque la información disponible es menor, se puede aceptar que los boomers, respecto a los millennials, tendían hacia valores que asociamos a visiones sociales más conservadoras, con mayor confianza en el matrimonio, más religiosidad y un papel de la mujer en roles más tradicionales.

En resumen, los millennials no son tan distintos en la forma en la que conciben aspectos esenciales de la sociedad de los miembros de la generación X. Pero ¿qué sucede cuando analizamos su relación con el sistema político? Antes veíamos su distancia con lo político en las encuestas contemporáneas. Esta conclusión se mantiene cuando comparamos a los millennials con sus equivalentes en edad de épocas precedentes y con la sociedad de su momento (como decíamos antes, tratamos de controlar, de forma sencilla, por el hecho de ser jóvenes y por los cambios de la sociedad en su conjunto). Así, los están bastante menos interesados en la política que las personas encuadradas en la generación X. La discrepancia es todavía mayor cuando se analizan las formas de participación: los millennials confían menos en los partidos políticos que la generación X, en el uso de peticiones y en la participación en manifestaciones. Y, respecto a los baby boomers, las distancias en este ámbito se acrecientan: los boomers estaban más interesados en la política y utilizaban los medios alternativos propuestos en mayor medida (sobre la confianza en los partidos no se preguntaba, cosa de por sí indicativa de las presunciones de la época).

Por tanto, la relación, digamos problemática, con la política sí que es un rasgo generacional característico de los millennials. Una conclusión importante que retener. Pero demos un paso más en el análisis. Uno de los elementos centrales en la cuestión que estamos analizando en el presente artículo, la de la relación entre los valores sociales de los millennials y sus posiciones políticas, es ver cómo se concretan los valores de esta generación en términos ideológicos convencionales, es decir, cómo se posicionan en el eje izquierda-derecha. Cuando se les pregunta a los millennials sobre cómo se situarían ellos en un continuo que va de 1 (extrema izquierda) a 10 (extrema derecha), las posiciones dominantes son las centrales, con cierto sesgo a la izquierda. Aunque la sociedad actual en su conjunto (siempre para el conjunto de países avanzados que aquí tomamos como referencia) también «es» de centroizquierda, los millennials basculan hacia la izquierda algo más que sus conciudadanos. Pero, de nuevo, la crítica lógica antes mencionada para los valores es relevante: ¿y si «ser de izquierdas» (o algo más de izquierdas) es consustancial a ser joven y después tendemos a volvernos más conservadores?

A fin de afinar, repetimos el ejercicio de comparar con generaciones anteriores cuando estas tenían la misma edad que los actuales millennials y con la sociedad de ese momento. La conclusión principal es que la generación X era ligeramente más de izquierdas y bastante más de centro (y mucho menos de derecha, en consecuencia), pero era mucho menos de izquierdas que la de los boomers. En este contexto, el del continuo ideológico, una última cuestión pertinente es la que podríamos denominar «del extremismo»: ¿son los millennials más «extremistas» que las generaciones precedentes? Con la finalidad de responder a esta cuestión, compararemos lo «pobladas» que están las posiciones extremas de la distribución de preferencias ideológicas. Cuando comparamos a los millennials con la generación X, constatamos que efectivamente los primeros son más «extremistas» que los segundos. Además, las cifras apuntan a que ninguna de ambas posiciones (el «1», correspondiente a la extrema izquierda, y el «10», al polo opuesto) son distintas, es decir, que son más extremos que la generación precedente, pero lo son en prácticamente el mismo grado en izquierda y derecha. En cualquier caso, y para no sobreleer el «extremismo», conviene recordar que los millennials de extrema izquierda o extrema derecha son, como sucede en todas las generaciones de las que existen datos, una minoría (del orden del 10% en los millennials, sumados ambos extremos).

Para concluir esta visita a la generación millennial y su visión de la política, cabe plantearse una reflexión de carácter más prospectivo. Vista la evidente distancia que tienen con el sistema político tradicional, ¿qué derivadas cabría esperar para la evolución de lo político en los países occidentales, dotados de democracias tradicionales? Responder de forma exhaustiva a esta cuestión supera el espacio, y la ambición, de este artículo, pero cabría pensar que las grandes modalidades de cambio que podrían contemplarse son dos. La primera sería una evolución paulatina del sistema, de carácter incrementalista si se quiere, en la cual, a medida que los millennials aumenten su importancia en tanto que electorado, los partidos tradicionales (u otros nuevos que hagan suyas las preferencias millennials) evolucionen reduciendo la distancia entre la política preferida y la política efectiva. La segunda podría tomar la forma de nuevas vías de participación democrática o de la reinvención del funcionamiento del sistema de partidos (y de los propios partidos). Qué vía prevalecerá o si lo hará una combinación de cambios incrementales y radicales dependerá de múltiples elementos, pero conviene recordar un hecho fundamental: los millennials, como generación, no serán la cohorte predominante en el electorado ni en el futuro inmediato ni en las próximas décadas, pero en la medida en la que puedan establecer, de facto, agendas compartidas con las generaciones anteriores y posteriores, la «milenización» de la política será una realidad insoslayable. Que estas nuevas agendas sean una versión combinada de las preferencias de los millennials con la generación X (como ya hemos visto, no tan diferentes en muchos aspectos) o de la siguiente generación (tan joven que ni su nombre es de consenso, aunque abunda el término Z, y que por lo poco que se sabe de ella esta sí que puede ser diferente), podrá generar escenarios sociales notablemente distintos. La solución, como casi siempre en lo que realmente importa, será intergeneracional o no será.

1. Véase, por ejemplo, Pew Research Center (2018), «The Generation Gap in American Politics» y https://www.millennialdialogue.com/

2. Formalmente, el ejercicio que aquí se hace es \(V=(V_M^{2010}-V_S^{2010})-(V_X^{1995}-V_S^{1995})\), donde V es la variable de interés (véase el gráfico) y M, X y S indican si la respuesta es de millennials, generación X o del conjunto de sociedad, respectivamente. Los años 2010 y 1995 son tales que la franja de edad es comparable entre millennials y generación X. Los datos fueron obtenidos del World Values Survey y de European Values Study.

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