Las políticas de inmigración: no solo entrar sino también integrarse

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17 de octubre de 2016

La inmigración es una realidad en casi todos los países occidentales y, en un contexto de envejecimiento poblacional que avanza a un ritmo desigual entre países, es un fenómeno que seguirá ganando relevancia. Sin embargo, su gestión supone un reto importante para los países de acogida. Si la inmigración está aquí para quedarse, es de suma importancia que los gobiernos realicen una política inmigratoria que consiga una buena gestión de los flujos migratorios y que facilite la integración exitosa de los recién llegados.

Para que la gestión de los flujos migratorios sea ordenada y efectiva, hay que centrar los esfuerzos en dos ámbitos. Primeramente, se debe limitar la inmigración irregular con un control efectivo de las fronteras y asegurar que los inmigrantes que residen en el país tienen los documentos en regla. En segundo lugar, se debe favorecer una inmigración regular que esté acorde con las necesidades y objetivos del país. En este sentido, una de las claves es que la concesión del permiso tenga en cuenta el objetivo principal de la migración. Por ejemplo, conseguir un trabajo, reunirse con la familia o huir de un conflicto bélico, para centrarnos en los principales.

La inmigración de carácter laboral es un elemento central de las políticas de entrada por su impacto potencial en el mercado de trabajo del país receptor.1 Generalmente, la concesión de permisos se puede llevar a cabo por la vía de la demanda laboral o por la de la oferta. Por la vía de la demanda, la obtención de un permiso laboral (temporal o permanente) suele depender de las necesidades concretas del mercado de trabajo y de si hay una escasez probada de mano de obra para una ocupación determinada. El problema reside en acreditar fehacientemente esta escasez. Varios países disponen de mecanismos que les ayudan a identificar en qué ocupaciones es muy difícil satisfacer la demanda laboral. Por ejemplo, en EE. UU. para ciertos empleos es obligatorio anunciar una oferta laboral en el mercado local antes de poder contratar en el exterior. Por la vía de la oferta, la obtención de un permiso suele depender de las características del inmigrante. En este sentido, son ilustrativos los llamados sistemas de inmigración por puntos que utilizan Canadá, Australia y Nueva Zelanda, que condicionan la concesión del permiso a la obtención de una puntuación mínima en un cuestionario que tiene en cuenta aspectos como el conocimiento de la lengua del país o el nivel educativo. Vea usted mismo si podría solicitar un visado permanente en Australia en la tabla adjunta (si no suma un mínimo de 60 puntos, el sistema no le permite ni solicitarlo). Ambos tipos de políticas pueden conseguir el mismo resultado, depende solo de cómo se diseñe cada sistema, y en la práctica la mayoría de países utiliza una mezcla de los dos. Lo importante es que el sistema ofrezca los mecanismos legales para que sea posible la contratación de inmigrantes de todos los niveles de formación y experiencia, tomando en cuenta tanto las necesidades del mercado de trabajo actuales y a largo plazo, como el impacto de la inmigración en el país.

Otra parte importante de los flujos migratorios corresponde a la inmigración familiar y a la libre circulación. Estas categorías están formadas respectivamente por la entrada de familiares directos de un ciudadano residente en el país, ya sea nacional o extranjero, y por los inmigrantes que proceden de un país con el que hay un tratado de libre circulación de personas, como en la UE o entre Australia y Nueva Zelanda. Para ambos tipos de flujos, el permiso está condicionado a que estos inmigrantes no supongan una carga económica para el estado receptor, por lo que suele haber un requerimiento de ingresos mínimo o una limitación del derecho a determinadas prestaciones sociales e, incluso, para el familiar de un inmigrante, se suele requerir un mínimo conocimiento del idioma del país para poder facilitar así su integración.

Finalmente, la última categoría con un peso relevante es la migración por razones humanitarias,2 formada por los demandantes de asilo que han obtenido protección en el país de acogida. El criterio de concesión en este caso está regido exclusivamente por la necesidad de protección del inmigrante y no por criterios económicos o que maximicen la probabilidad de integración en el país. El sistema actual de demanda de asilo en los países desarrollados, garantista pero complejo, no está adaptado para gestionar flujos grandes e inesperados de refugiados como los experimentados en 2015 y 2016. A grandes rasgos, las principales áreas en las que se puede mejorar son la capacidad de gestionar demandas de asilo y de acogida temporal así como en la coordinación entre países receptores. Todas ellas son acciones de suma importancia pero también muy complejas.

Además de la gestión de los flujos migratorios, una política migratoria efectiva debe disponer de medidas de integración eficaces, una cuestión importante tanto para los inmigrantes como para la economía y la cohesión social del país de acogida. Las políticas de entrada buscan maximizar la integración de los inmigrantes, pero esta tarda tiempo en materializarse y no siempre es exitosa. Muchos factores pueden dificultar el proceso, pero los más comunes suelen ser un conocimiento limitado de la lengua, una formación inadecuada o no reconocida, y la discriminación laboral.

Así, uno de los puntos de partida para facilitar la integración de los inmigrantes es asegurarse de que sus habilidades y su formación están acreditadas en el país de origen. El caso de un físico nuclear ruso que solo consigue trabajar de taxista en Londres parece extremo, pero la realidad es que en la UE alrededor del 33% de los inmigrantes con formación universitaria trabajan en ocupaciones que requieren un nivel de formación inferior.3 Otro paso imprescindible para integrarse pasa por ser capaz de comunicarse correctamente en la lengua del país de acogida. Asimismo, los inmigrantes suelen tener poco conocimiento del funcionamiento del mercado laboral y una red de contactos limitada, lo que también puede dificultar su integración. No solo los inmigrantes tienen limitaciones en este sentido, los hijos de los inmigrantes también tienen dificultades en la escuela y en el mundo laboral.

Por tanto, las políticas de integración deben tener en cuenta muchos aspectos, lo cual las podría hacer muy complejas. Sin embargo, hay un mecanismo de integración que ha demostrado ser muy eficaz, la obtención de un empleo. Ello permite, por ejemplo, perfeccionar el conocimiento de la lengua y desarrollar la red de contactos. En parte por esta razón, los inmigrantes que llegan con un permiso de trabajo se integran más rápidamente que aquellos que llegan con un permiso familiar o humanitario. Así, el grueso de las políticas de integración debe centrarse en facilitar la entrada de los inmigrantes en el mercado laboral. En este sentido, uno de los principales retos a los que se enfrentan es la discriminación por motivo de origen en la entrada al mercado laboral. Varios estudios realizados en países desarrollados muestran que si se mandan unos currículos idénticos con la excepción del nombre, aquellos con un nombre de origen extranjero tienen una menor probabilidad de ser llamados para una entrevista.4 Por otro lado, otro de los ejes de la política de inserción en el mercado laboral son las políticas activas de empleo, que deben prestar especial atención a un colectivo como el inmigrante, que tiene problemas específicos.

El último paso para la plena integración de un inmigrante en el país es la obtención de la nacionalidad (la llamada naturalización). La mayoría de países solo la conceden después de muchos años de residencia y tras superar un test que asegure un conocimiento mínimo del idioma y del país (¡atrévase usted a realizar el test de conocimiento sobre España necesario para obtener la nacionalidad!).5 La obtención de la nacionalidad puede ser el mayor incentivo para que un inmigrante se integre en la sociedad de acogida, y establecer unas normas exigentes que condicionen la nacionalidad a la integración suele tener resultados muy positivos.

En definitiva, las políticas migratorias son, como hemos visto, todo un conjunto de medidas que van mucho más allá de la protección de la frontera de un país. Una gestión adecuada de los flujos migratorios es el primer paso, la integración exitosa en el país es el objetivo a conseguir.

Josep Mestres Domènech

Departamento de Macroeconomía , Área de Planificación Estratégica y Estudios, CaixaBank

1. La inmigración laboral representó el 14% de los flujos migratorios permanentes (de más de un año de estancia) en los países de la OCDE en 2014, véase el artículo «El fenómeno de la inmigración en los países avanzados: de la percepción a la realidad» de este mismo Dossier para más detalle.

2. Alrededor de un 9% de los flujos migratorios permanentes en los países de la OCDE correspondió a inmigrantes por razones humanitarias.

3. Comparado con alrededor del 25% de los nativos. OCDE (2015), «Indicators of Immigrant integration».

4. OCDE (2014), «International Migration Outlook».

5. Prueba de conocimientos constitucionales y socioculturales de España (CCSE): https://ccse.cervantes.es/

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