Vidas más longevas, jubilaciones más activas

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26 de abril de 2017

¿Siente que le falta tiempo en su día a día para hacer todo lo que desea? No se preocupe, aunque le sorprenda, la esperanza de vida crece cada día en unas cuatro horas.1 El aumento de la longevidad ha sido y continuará siendo de tal magnitud que merece una reflexión especial en el contexto de las pensiones y la organización de la vida laboral.

El aumento de la esperanza de vida desde la implementación del primer sistema público de pensiones en España, el Retiro Obrero Obligatorio en 1919, ha sido muy significativo. En aquel entonces la esperanza de vida al nacer era de 42 años para las mujeres y de 40 años para los hombres, y apenas un tercio de cada generación llegaba a los 65 años, la edad a la que se estableció la jubilación. En 2015, la esperanza de vida en España alcanzó los 85 años para las mujeres y los 80 años para los hombres. Además, más del 90% de cada generación vive más de 65 años.

La esperanza de vida está previsto que continúe aumentando en los próximos años de manera sustancial. Aunque existe una gran incertidumbre sobre el aumento de la longevidad que se acabará produciendo, dado que dependerá, por ejemplo, de los futuros avances médicos, estudios recientes apuntan a la posibilidad de que la esperanza de vida femenina en los países avanzados pueda sobrepasar los 90 años en 2030, una mejora que se consideraba difícilmente alcanzable hace pocos años.2 Para el caso particular de España, se prevé que la esperanza de vida alcance los 87,4 años para las mujeres y los 82,3 años para los hombres en 2030. La mayor parte del aumento de la longevidad se producirá gracias a la mortalidad más tardía de individuos mayores de 65 años.

Además, el aumento de la esperanza de vida viene acompañado por un aumento de los «años de vida saludable». Según la OCDE, alrededor de la mitad de la esperanza de vida a partir de los 65 años será con buena salud.3 Esta mejora de la esperanza de vida y de la calidad de vida no significa que no haya importantes diferencias a nivel individual, resultado de factores como los distintos hábitos de vida o la distinta exposición a factores de riesgo para la salud. Un ejemplo de estas disparidades es la diferencia en esperanza de vida entre individuos con distintos niveles educativos. Por ejemplo, los hombres de 65 años con un nivel de educación superior tienen una esperanza de vida de 3,5 años más que los hombres con un nivel educativo inferior a la secundaria obligatoria.4

Los cambios sustanciales en la longevidad no han ido acompañados de cambios equivalentes en la edad de jubilación. De hecho, entre 1970 y mediados de los años 2000, la edad media de jubilación disminuyó, en parte, debido al uso generalizado de prejubilaciones, y solo se ha revertido la tendencia en la última década. Como consecuencia, el número de años que una persona está jubilada ha aumentado: en los países de la OCDE, los hombres han pasado de estar jubilados 11 años de media en 1970 a estarlo 18 años en 2013 (véase el primer gráfico). Solo en algunos países, como Dinamarca, se ha establecido que la edad de jubilación vaya aumentando de forma automática con los avances en la esperanza de vida.

El aumento de la longevidad, acompañado en muchos casos por un buen estado de salud, ha ampliado las actividades que pueden llevar a cabo los individuos de edades avanzadas. Una de ellas es poder trabajar con un buen estado de salud más tiempo. En parte ya está ocurriendo, puesto que la participación laboral de los individuos de edades más avanzadas ha aumentado y está previsto que lo siga haciendo (véase el Focus «Los mercados de trabajo de la eurozona después de la crisis: reality check» en el IM11/2016). Sin embargo, este aumento es inferior al que la mejora de las condiciones de salud permitiría. Por ejemplo, Wise y sus coautores han estimado que si los trabajadores entre 55 y 69 años trabajaran en 2010 igual que como lo hacían en 1995 aquellos trabajadores con el mismo nivel de salud, podrían trabajar unos 1,7 años más de media en los 12 países avanzados analizados.5

Otro factor que facilita el alargamiento de la vida laboral es el cambio tecnológico que se está produciendo, ya que reduce la penalidad y el esfuerzo físico requerido en muchos trabajos. Por un lado, las innovaciones tecnológicas permiten reducir las limitaciones físicas que pueden poner fin a la vida laboral. Por otro lado, las nuevas tecnologías como la robotización conllevan un aumento de la productividad del empleo. Aquellos trabajadores de edades avanzadas que se beneficien de ello (en general, los de mayor nivel educativo) podrán aumentar su productividad y alargar su participación laboral.

Sin embargo, la tecnología y los cambios demográficos, entre otros factores, no han afectado por igual a la población de edad avanzada que puede trabajar. Una muestra del aumento de esta heterogeneidad es el cambio en la tasa de empleo por nivel de educación de la población de edades avanzadas entre 2000 y 2015 (véase el segundo gráfico). La probabilidad de que algunos trabajadores continúen trabajando más allá de una cierta edad es distinta en función de su nivel educativo o de su ocupación, pero las diferencias han ido en aumento. Mientras que un profesor universitario puede continuar dando clases más allá de cierta edad y su mayor experiencia puede ser beneficiosa, para otras profesiones que requieran un esfuerzo físico, prolongar la vida laboral es menos factible. Sin embargo, el sistema de pensiones está diseñado de manera casi binaria, pasando del trabajo a tiempo completo a la jubilación a tiempo completo para todos los trabajadores, reflejo de una situación pasada en la que el retiro era más impuesto por restricciones físicas que por resultado de una decisión individual.

En este sentido, sería deseable que se flexibilizara la división entre vida activa y jubilación, para que aquellos individuos que lo deseen lo puedan compaginar. Por ejemplo, los sistemas de pensiones pueden tener una mayor flexibilidad que permita trabajar a la vez que estar jubilado sin penalización económica. La evidencia empírica muestra que si se disponen de incentivos económicos para continuar trabajando más allá de la jubilación, muchos trabajadores lo hacen.6

Por otro lado, para que la participación laboral de la población de más edad aumente, deben reducirse también las barreras al empleo, reconociendo la capacidad de las personas mayores a contribuir a la sociedad como trabajadores y dándoles la flexibilidad necesaria para que lo puedan hacer. Finalmente, también es importante mejorar la empleabilidad de los trabajadores de edad avanzada. En este sentido, será imprescindible fomentar la formación continua de los trabajadores, en particular en un contexto de cambio tecnológico.

El aumento de la longevidad conlleva importantes retos para los países avanzados, como la financiación del sistema de pensiones (véase el artículo «Vías de financiación de las pensiones» en este mismo Dossier) o el ahorro a largo plazo (véase el artículo «Ahorro privado para la jubilación: un complemento para las pensiones públicas» de este mismo Dossier). Pero, como hemos visto, también aumenta su capacidad de respuesta. La generación que nazca mañana dispondrá de cuatro horas más de vida, el desafío como sociedad es proponerles soluciones para que las puedan vivir mejor.

Josep Mestres Domènech

Departamento de Macroeconomía, Área de Planificación Estratégica y Estudios, CaixaBank

1. El aumento diario de la esperanza de vida al nacer previsto, según Eurostat, en España entre 2015 y 2030 es de 4,2 horas para los hombres y de 3,4 horas para las mujeres.

2. Kontis et al. (2017), «Future life expectancy in 35 industrialised countries: projections with a Bayesian model ensemble», The Lancet.

3. OECD (2015), «Health at a glance».

4. Murtin, F. et al. (2017), «Inequalities in longevity by education in OECD countries: Insights from new OECD estimates», OECD Statistics Working Papers.

5. Wise, D., Coile, C. y Milligan, K. (2016), «Social Security and Retirement Programs around the World: the Capacity to Work at Older Ages», NBER Working Papers n. 21939.

6. Gruber, J. y Wise, D. (2004), «Social Security and Retirement Programs around the Wold: Micro Estimation», University of Chicago Press.

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