Populismo y preferencias políticas extremas en tiempos revueltos: un análisis empírico

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20 de marzo de 2017

El populismo es un fenómeno político que está actualmente en boga y que cobrará aún más visibilidad en los próximos meses. Ello es así debido a los riesgos políticos que conllevarían, si se materializasen, las propuestas es­­grimidas por las formaciones populistas en la antesala de las inminentes citas electorales de los Países Bajos y Francia. Sin embargo, el populismo es un concepto difícil de definir y el debate para acotar su perímetro sigue abierto. En Europa se ha asociado, a menudo, con aquellas opciones políticas que se sitúan en los extremos de la distribución ideológica, hasta tal punto que el prestigioso think tank británico Chatham House ha acuñado el término «populismo-extremismo». Ello sugiere que si se entiende mejor el comportamiento y los factores relacionados con las opciones políticas extremas, se podrá arrojar algo más de luz sobre el auge de los populismos.

Con este objetivo, utilizamos la European Social Survey (ESS), una de las encuestas más completas para analizar las inclinaciones políticas de los ciudadanos europeos. Concretamente, dicha encuesta resulta útil para evaluar el ti­­rón de las propuestas políticas extremas, ya que pregunta a cada encuestado dónde se situaría en la línea izquierda-derecha que va del 0 al 10. La ESS se realiza en Europa cada dos años desde 2004 y en su más reciente oleada, en 2014, entrevistó a 40.185 ciudadanos de 21 países europeos.

Ante todo, cabe señalar que, en 2014, según los datos de la ESS, el 23,8% de la población europea se identificaba con posiciones políticas extremas, correspondientes a posiciones entre 0 y 2 para la extrema izquierda y entre 8 y 10 para la extrema derecha. De este porcentaje, el 13,0% se ubicaba en la extrema derecha y el 10,8%, en la extrema izquierda. Sorprendentemente, el porcentaje se ha mostrado relativamente estable a lo largo del tiempo, y en 2004 ya alcanzaba un valor del 21,9%. Con todo, se produjo un leve pero llamativo avance tras la crisis financiera de 2008 porque la identificación con estos postulados políticos pasó del 21,1% en 2006 al 23,5% en 2008, la primera oleada realizada tras la crisis.

Entonces, si las preferencias por opciones políticas extremas se han mantenido relativamente estables, ¿por qué han eclosionado las formaciones populistas recientemente? Hay dos elementos que pueden ayudar a entender mejor esta aparente paradoja. Por un lado, muchos partidos populistas nacieron al calor de la crisis financiera, ya que captaron la pérdida de credibilidad de los partidos políticos tradicionales y decidieron entrar en la arena política para aprovechar el aumento del descontento social. Por el otro, los efectos adversos de la crisis económica y la pérdida de confianza en las principales instituciones habrían podido animar a los segmentos de votantes proclives a apoyar a formaciones populistas a acudir a las urnas a la vez que desalentarían a los votantes más centrados a apoyar de nuevo a los partidos tradicionales.1

Una cuestión muy candente del actual debate sobre el populismo pivota en torno a la importancia de los factores económicos, entre ellos la desigualdad, para explicar el avance de las opciones populistas. Para analizar esta cuestión, utilizamos de nuevo la ESS para ver qué características tienen los encuestados que apoyan a opciones políticas extremas. En particular, agrupamos las respuestas que dan los encuestados a las distintas preguntas de la ESS en cuatro grupos. El primer grupo está formado por los factores económicos, entre ellos, la renta familiar, la preocupación por la desigualdad y el desempleo. El segundo grupo agrupa los factores socioculturales y demográficos como, por ejemplo, la importancia que dan los encuestados a los valores tradicionales, la actitud ante los inmigrantes, la edad o la educación. Los dos grupos restantes son indicadores de confianza en las instituciones y el nivel de felicidad de los encuestados, respectivamente. Cuando se calcula la contribución de cada grupo para explicar las preferencias por opciones políticas extremas,2 se obtiene que los factores económicos tienen un peso del 20%, un porcentaje nada desdeñable pero no preponderante y claramente inferior al peso del grupo de factores socioculturales y demográficos, con un 51%, y de los indicadores de confianza en las instituciones, con un 24%. En otras palabras, la célebre frase «es la economía, estúpido» mantie­­ne una cierta vigencia... pero ya no es lo que era.

1. Véase Guiso, L., Herrera, H., Morelli, M. y Sonno, T. (2017) «Demand and supply of populism», CEPR.

2. Formalmente se plantea el modelo de probabilidad lineal:
\(Extr_{i,2014}=\beta·FE_{i,2014}+\gamma·FSC_{i,2014}+\alpha·IC_{i,2014}+\mu·NF_{i,2014}+\theta_{país}+\varepsilon_i\). Donde \(Extr_{i,2014}\) es una variable dummy igual a 1 si el individuo \(i\) tenía posiciones políticas extremas en 2014, \(FE_{i,2014}\) es el vector de factores económicos, \(FSC_{i,2014}\) el vector de factores socioculturales, \(IC_{i,2014}\) el vector de indicadores de confianza y \(NF_{i,2014}\) el vector de niveles de felicidad. Por último, \(\theta_{país}\) son efectos fijos para cada país y \(\varepsilon_i\) es un término de error aleatorio.

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