Capitalismo(s) para el mundo del mañana

En el mundo en el que nos estamos adentrando, ¿qué variedades del capitalismo potencialmente funcionarán mejor? ¿Existe esperanza de cambio y evolución para las restantes?

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Álvaro Leandro
Àlex Ruiz
7 de julio de 2020
CaixaBank Research

A estas alturas del Dossier confiamos en haber convencido al lector de que las diferentes variedades del capitalismo ofrecen una combinación de resultados económicos y sociales distintos. Ninguna de ellas es, a priori, intrínsecamente mejor que las otras, todo dependerá del contexto histórico que toque vivir: algunas de ellas están mejor equipadas para ciertas situaciones, mientras que funcionarán peor en otras circunstancias. Así pues, en el mundo en el que nos adentramos, ¿cuáles van a ser las variedades del capitalismo que potencialmente van a funcionar mejor? Y, para las restantes, ¿existe esperanza de cambio y evolución?

El mundo del mañana empezó ayer

Escribimos, todavía, bajo el impacto de la COVID-19 y su halo de incertidumbre, incomparablemente mayor que el de los viejos tiempos. En esta tesitura, ¿podemos llegar a definir algunos aspectos claves del futuro a medio y largo plazo que no se vean superados por la vorágine de los acontecimientos? Con toda la prudencia posible, creemos que la revisión de las lecciones del pasado nos proporciona dos grandes conclusiones. La primera es que la historia nos recuerda que los grandes shocks, entre ellos pandemias como la actual, tienen efectos estructurales, es decir, cambian la dinámica de largo plazo.1 La segunda es que dichos shocks actúan en muchas dimensiones, pero una de las más fundamentales es la institucional.

Las variedades del capitalismo no dejan de ser el resultado de una combinación determinada de una serie de elementos institucionales. Por tanto, lo que ahora hay que plantearse es qué tipo de presiones van a sufrir las distintas variedades debido a la transmisión del shock. Es el momento de lanzar cuestiones como que si las variedades que más pivotan sobre la coordinación a través del mercado, un elevado grado de flexibilidad laboral o un peso menor de la regulación y de la intervención pública (economías liberales) van a funcionar mejor. O si, en cambio, van a ser aquellas caracterizadas por una coordinación menos mediada por el mercado, por un mercado laboral más regulado y por un mayor peso de lo público (coordinadas o también llamadas economías sociales de mercado). O, quizás, en el futuro, van a rendir mejor las variedades «híbridas» (cuasiliberales y cuasicoordinadas).

  • 1. Al respecto, véase el Dossier «El mundo después de la COVID-19» en el IM05/2020.
Dimensiones críticas de cambio: dinamismo económico, resiliencia y equidad

En los últimos meses se han prodigado los análisis en los que se ponen sobre la mesa diferentes aspectos de nuestra economía, sociedad y política que van a cambiar como resultado de la pandemia. Así, se destaca que se va a producir una aceleración de tendencias como, por ejemplo, la digitalización, con nuevas formas de trabajar o de consumir. O también que vamos a ver cambios en las formas de producir, con una basculación a cadenas de valor menos fragmentadas globalmente. Asimismo, se menciona el mayor peso de los gobiernos y de la actuación pública para aguantar el golpe económico y para proporcionar mayores recursos al sistema sanitario.

Más allá de que seguramente se podría ampliar, esta lista es suficiente para ilustrar tres grandes dimensiones que aglutinan lo que podríamos denominar las demandas, o exigencias, sobre el sistema: el dinamismo económico, la resiliencia y la equidad. No son, ciertamente, compartimentos estancos, pero definirlos como bloques distintos nos puede ayudar a entenderlos mejor.

La dimensión del dinamismo económico es crítica en cualquier sistema económico, ya que, a nuestro entender, si no se cumple, el sistema sencillamente se colapsa. El comunismo fracasó porque sus niveles de eficiencia y, en consecuencia, de crecimiento eran muy bajos. El capitalismo, en cambio, es preponderante porque tiende a ser eficiente y, como resultado, capaz de ofrecer crecimiento económico de forma sostenida en el tiempo. Por tanto, esta es una demanda que, en el futuro, se va a mantener, como ya sucedía en el pasado.

Una segunda dimensión es la de la resiliencia, que subyace a muchos de los cambios antes mencionados. Se trata de garantizar que el sistema económico sea más sólido que en el pasado. Dicha resiliencia opera a distintos niveles, como la basculación hacia proveedores locales (que se perciben menos vulnerables) o la deslocalización de grandes sedes empresariales en unidades más pequeñas (incluso en los hogares de los empleados). Pero también decisiones de política pública, como reforzar los recursos sanitarios o intervenciones económicas para apoyar las necesidades privadas de liquidez y financiación. Esta dimensión de resiliencia es relativamente nueva y se ha acelerado tras la pandemia, aunque en algunos elementos ya se empezaba a plantear en los últimos años.

Finalmente, la última dimensión es la de la equidad. En sentido estricto, muchos sistemas económicos han sido capaces de generar suficiente crecimiento económico durante largos periodos sin atender a los aspectos de equidad. Sin embargo, al menos desde la Gran Recesión de 2008-2009, se ha puesto de manifiesto que la sociedad entiende que un cierto grado de inclusividad del crecimiento es irrenunciable. La crisis de la COVID-19, a nuestro juicio, intensifica la demanda de prosperidad para todos (o, al menos, para muchos), como atestiguan las medidas, en concepción o en marcha, que deberían promover el crecimiento inclusivo.

Presiones distintas sobre las variedades del capitalismo

¿Están las distintas variedades del capitalismo preparadas para satisfacer las demandas de dinamismo, resiliencia y equidad? A fin de responder a esta cuestión fundamental, hemos asociado una serie amplia de características socioeconómicas que habíamos compilado en el artículo «Las promesas de las va­­riedades del capitalismo, o sobre la imposibilidad de tenerlo todo» a las tres dimensiones ya men­­­­cionadas (véase el gráfico).

Como era de esperar, las diferentes variedades no están en las mismas condiciones de afrontar las demandas anteriormente citadas. Así, las economías cuasiliberales (donde según nuestra clasificación se encuentran actualmente, entre otros, España y los países nórdicos) son las que parecen estar en mejor posición, ya que ofrecen resultados elevados en las tres dimensiones: su punto de partida es el mejor en materia de di­­namismo económico y equidad, y el segundo mejor en re­­siliencia. A distancia, las economías liberales tienen niveles de resiliencia parecidos a las cuasiliberales, pero con menor crecimiento y equidad. Finalmente, las economías cuasicoordinadas y coordinadas parecen estar sometidas a mayores tensiones, ya que, aunque ambas variedades exhiben un nivel de dinamismo económico similar, las coordinadas son las que están relativamente peor posicionadas en términos de equidad, mientras que las cuasicoordinadas se alejan de las restantes variedades en resiliencia.2

Este diagnóstico nos indica ciertamente qué variedades están en mejor o peor disposición de afrontar a corto plazo el shock, pero no implica que esa sea la situación a largo plazo, ya que uno de los elementos fundamentales del capitalismo es su capacidad adaptativa.

  • 2. Estos resultados son distintos de los que hallábamos en el análisis del artículo anterior, en el cual las cuasicoordinadas salían mejor paradas, aunque los dos análisis difieren, ya que aquí nos centramos en la posición actual de las economías. Con toda la cautela necesaria, nuestra interpretación es que, de cara al futuro, es más relevante la posición actual en las distintas dimensiones que la que deriva del análisis histórico desarrollado anteriormente.
Variedades del capitalismo: posición en dimensiones claves en el futuro
Sobre la posibilidad de cambio en el capitalismo

Como hemos visto en el artículo «Capitalismo, en la variedad está el gusto», en las últimas décadas el capitalismo de preponderancia estatal ha desaparecido y las variedades más «puras», como la liberal y la coordinada, han perdido representantes en favor de modelos «híbridos». Eso nos sugiere que el cambio no es una posibilidad teórica, es una realidad histórica. En condiciones normales, las instituciones que conforman las variedades del capitalismo evolucionan lentamente. Sin embargo, cuando se producen grandes disrupciones, esa evolución se acelera o incluso, en casos dramáticos, pueden aparecer otras nuevas. Otra vez, construir escenarios de futuro es muy incierto, pero el pasado nos puede aportar algunas lecciones.

Cuando se revisa la historia institucional del capitalismo en los últimos dos siglos, se identifican tres grandes etapas.3 La primera se inicia a mediados del siglo XIX y alcanza, con notables vaivenes, hasta el periodo de entreguerras. Se trata de un mundo en el que el capitalismo toma la forma que habitualmente describimos como de laissez-faire, es decir, con pocos contrapesos regulatorios e institucionales al mercado y una situación, en la mayor parte de los países, de estado del bienestar inexistente o incipiente. En el ámbito financiero es el momento del patrón-oro.

Tras la Segunda Guerra Mundial, el sistema muta y se introducen elementos de intervención pública de notable importancia (por ejemplo, se desarrolla el estado de bienestar en Europa), se construye el sistema de instituciones multilaterales y se empiezan a establecer las bases de la globalización económica y financiera actual. Es el momento de la política económica keynesiana.

Finalmente, tras el colapso del sistema de Bretton Woods y los shocks de oferta de las décadas de los setenta y ochenta del pasado siglo, el capitalismo se reforma con una disminución del peso de lo público en el sistema económico, el abandonamiento del keynesianismo y el giro hacia la economía de la oferta y la instauración de lo que, un Dossier anterior, denominábamos el consenso liberal.4

De este somero repaso se deriva una conclusión simple pero poderosa: desde 1850, aproximadamente, el capitalismo se ha ido transformando, en parte como respuesta ante shocks y tendencias muy variadas, y en cada transformación el entramado institucional que lo sostiene también ha ido mutando. Ha sido esta capacidad adaptativa la clave de su supervivencia y, creemos que, en esta ocasión, no tendría que ser diferente.

  • 3. Sobre la cuestión, véase, por ejemplo, Ruggie, J. G. (1982). «International regimes, transactions, and change: embedded liberalism in the postwar economic order». International organization, 36(2), 379-415.
  • 4. Véase el Dossier «La amenaza del giro iliberal» en el IM01/2020.
Álvaro Leandro
Àlex Ruiz