Las promesas de las variedades del capitalismo, o sobre la imposibilidad de tenerlo todo

El filósofo político estadounidense John Rawls acuñó el concepto de «velo de la ignorancia». Bajo esta expresión un tanto críptica se encuentra una noción sugerente: para saber cuál es la mejor sociedad para vivir, hay que preguntarse «si no supiese qué posición tendría en esta sociedad, ¿en qué tipo de sociedad elegiría vivir al nacer?».

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Álvaro Leandro
Àlex Ruiz
9 de julio de 2020
CaixaBank Research

Rawls lo planteaba en términos de una sociedad más justa, pero nosotros vamos a proponerle, estimado lector, la siguiente reflexión: a la vista de la evidencia disponible y de sus preferencias, ¿en qué variedad del capitalismo preferiría «vivir»? Repasemos el menú de grandes alternativas disponibles.

Una primera aproximación para perfilar el menú es comparar distintas características socioeconómicas en las diferentes variedades del capitalismo (véase la tabla adjunta). Como se ha mencionado en el artículo precedente, una primera gran distinción es entre aquellas economías con mayor coordinación a través del mercado, un elevado grado de flexibilidad laboral o un peso menor de la regulación y de la intervención pública (economías liberales) y aquellas caracterizadas por una coordinación menos mediada por el mercado, por un mercado laboral más regulado y por un mayor peso de lo público (economías coordinadas o también llamadas economías sociales de mercado). Además, se pueden identificar dos variantes que comparten algunas, pero no todas, las características (cuasiliberales y cuasicoordinadas) y una quinta variedad cuyo rasgo más relevante es la preponderancia de la actividad pública. Este ejercicio nos permite alcanzar una primera gran conclusión: en muchos ámbitos, las variedades híbridas, esto es, la cuasicoordinada y la cuasiliberal, parecen, en la actualidad, ofrecer buenas posibilidades en términos de crecimiento, innovación e inclusividad.

Pero, para afinar el análisis, hay que ir más allá de la radiografía actual y relacionar, mediante un ejercicio econométrico (véanse los detalles metodológicos en el gráfico), las principales variables socioeconómicas con las distintas modalidades del capitalismo y su evolución temporal desde 1990. Veamos, pues, el resultado de dicho análisis.

Principales características fundamentales de las variedades del capitalismo
El impacto de las variedades del capitalismo sobre las principales variables socioeconómicas
El crecimiento como requerimiento irrenunciable

A lo largo del presente Dossier hemos reiterado que cualquier sistema económico que no es capaz de crear prosperidad hasta un nivel mínimamente aceptable está sentenciado. Pues bien, si de lo que se trata es de crecer, el ejercicio econométrico que aquí realizamos, y que se sintetiza en los gráficos adjuntos, es bastante concluyente: la cuasicoordinada y la liberal son las dos modalidades del capitalismo que más crecen a largo plazo. En sentido opuesto, la coordinada ofrece peores resultados en materia de crecimiento.

¿Cuál es la base de este resultado? En primer lugar, las economías cuasicoordinadas destacan por su mayor crecimiento de la productividad, bien sea medida en términos de productividad aparente del trabajo o en términos de productividad total de los factores (PTF). Otro ámbito que se puede relacionar con la prosperidad a largo plazo es la capacidad de aprovechar la globalización, pues se constata un vínculo claro entre el grado de apertura de una economía al comercio internacional y el crecimiento.

La gran disyuntiva: ¿eficiencia a cambio de equidad?

Hasta aquí, el menú de alternativas se puede sintetizar de la siguiente manera: si de lo que se trata es de crear prosperidad, más allá de hasta qué punto se hace de acuerdo con la innovación o la globalización, lo mejor es jugar sobre seguro y elegir economías liberales, cuasiliberales o cuasicoordinadas. Las de preponderancia estatal (cuando existían) son algo inferiores. Las coordinadas, mejor evitarlas. Pero ¿y si el precio por este crecimiento es un nivel de equidad inaceptablemente bajo? Juzgar la inaceptabilidad es algo que escapa a nuestras posibilidades y que va a depender de las preferencias de cada cual. Lo que sí podemos ordenar son las variedades del capitalismo en función de su capacidad para ser más o menos equitativas. Los resultados arrojan algunas sorpresas.

Así, mientras (como cabía esperar) las economías liberales son las que menor equidad exhiben, sorprende en cierta medida que las modalidades «híbridas», es decir, las cuasiliberales y las cuasicoordinadas, sean más equitativas que las coordinadas. No deja de ser una paradoja que, a pesar de que las coordinadas son economías con un mayor gasto público que el resto –lo que sugiere una mayor preponderancia de lo público en la economía–, esto no se traduce en mayores niveles de equidad. Parte del problema podría ser que los indicadores de eficiencia del sector público de las economías coordinadas no son demasiado buenos, aunque lo cierto es que las economías de preponderancia estatal y las cuasicoordinadas tampoco brillan en este ámbito.

Sobre las posibilidades de elegir

En cualquier caso, a partir de nuestro análisis llegamos al interesante resultado de que al menos dos de las variedades del capitalismo, la cuasicoordinada y la cuasiliberal, han sido capaces de ofrecer resultados satisfactorios en materia de crecimiento y simultáneamente alcanzar un buen nivel de equidad (al menos en términos comparados). Ello nos ofrece un punto de esperanza para contrarrestar las visiones apocalípticas que niegan al capitalismo la posibilidad de alcanzar un cierto punto de equilibrio virtuoso en dimensiones claves del bienestar humano.

La cuestión, no obstante, es plantearse si esta preferencia por una u otra variedad del capitalismo se deriva exclusivamente de consideraciones económicas. Aunque no es posible aquí explorar en detalle la cuestión, sí que puede apuntarse hacia una tesis de fondo: los elementos culturales, definidos en sentido amplio, seguramente también son importantes. En un Dossier anterior1 constatábamos que lo que allí denominábamos el giro iliberal de la política económica se podía vincular, en un grado no despreciable, a factores culturales como los valores de cada sociedad. El hecho de que, como se explica en el artículo «Capitalismo, en la variedad está el gusto» de este mismo Dossier, en las dos últimas décadas el número de países que forman parte de la categoría de economía liberal se haya visto reducido a la mitad se puede vincular, en cierta medida, a dicho giro iliberal. Por tanto, sin negar el peso de los factores económicos, tampoco hay que obviar que los elementos culturales también parecen estar tras esta opción. Una lección que hay que recordar porque, tal y como se va a explorar en el siguiente artículo del Dossier, vienen tiempos exigentes para las variedades del capitalismo menos equipadas para el mundo en el que nos adentramos.

  • 1. Véase el Dossier «La amenaza del giro iliberal» en el IM01/2020.
Álvaro Leandro
Àlex Ruiz